Cuando Jack leyó Mariposa Pontiac no pudo aguantarse las ganas de mandarme su versión de los hechos. Y porque los quiero tanto (a pesar de que ya casi ninguno me deja comentarios), la comparto con ustedes, así de cruda como él me la mandó.
Un dia de miercoles que no terminaba nunca...
Propuesta pospuesta, que no se iba a dar, juntando bronca y ganas de que se termine el dia.
Tarde en la noche llega mensaje:
Ella: "Termine con lo que estaba haciendo...Estoy antojada, queres venir?"
Yo: "No da...tengo poco tiempo y ni me pude bañar...no habia agua caliente en casa..."
Ella: "No importa, te bañas en el telo"
Ante semejante respuesta no pude resistir: "Salgo para alla"
Era la oportunidad de cambiar el dia...y...quien sabe?
"Careta o sin careta?", preguntaste.
"Careta", dije, me gusta esperar...cuando esperas es mejor...vos lo sabes.
Nos encontramos en un bar extraño que vos propusiste, camarera vestida para matar, estilo fetiche aun si querer serlo....
Te lo dije, te gusto y me gusto.
No nos habiamos visto antes, no sabia tu nombre, vos apenas sabias el mio.
Pude ver tu cuerpo por primera vez en ese vestido ajutado, con tus botas y tu encendedor loco.
Apuramos la charla y dos litros de cerveza helada mientras fumabas mis cigarrillos y fingiamos que estabamos ahi para otra cosa.
Sabiamos que estabamos ahi para otra cosa...
Te robe un beso mientras descubria tus ojos verdes.
Te senti caliente.
Perseguimos a la moza para poder irnos rapido, teniamos ganas de tocarnos pero haciamos como que no.
Deje que me lleves donde vos quisieras.
Habiamos charlado de nuestros gustos, nos sabiamos de mente abierta...
-Me tengo que bañar, te alerte.
-No importa, mientras te bañas fumo un porro, avisaste.
Me desnude, te tire sobre la cama, te roce, te toque apenas y te oli. Que bien que olias.
Te deje, abri la ducha y me meti.
Te vi fumar mientras el agua caliente recorria mi piel, vos bailabas y fumabas haciendote la que no me mirabas.
Mi pija parada ardia de deseo parada bajo el agua viendote.
-Todavia tengo la ropa, quiero ir a la ducha con vos, dijiste.
-No te la voy a sacar yo, desnudate y veni, te dije.
Entraste a la ducha, deje que te mojaras y que el agua corriera por tu cuerpo desnudo.
Te puse contra la pared y baje hasta tu concha mojada por la ducha y por tus jugos. Te sentia en llamas.
No sabia tu nombre, apenas habia apoyado mis labios y mi lengua en tu boca.
Pero ya estaba ahi arrodillado a tus pies lamiendo y succionando tu sexo.
Sabia que te encantaba que fuera asi, un juego perverso donde los roles, los momentos y las identidades se confunden.
Senti como temblabas y gemias.
Deje de chuparte solo para ver como lo hacias vos.
Queria verte de rodillas saboreando mi pija.
Cuantos juegos se me ocurrian.
No ibamos a tener tiempo.
No importaba.
Te lleve a la cama casi sin dejar que te secaras.
Meti mi cabeza entre tus piernas y me dedique a hacerte gozar, mientras yo disfrutaba de tus jugos y de tus temblores.
Pude sentir como acababas una y otra vez en mi boca.
Perdi la cuenta.
Te deje fumar un porro mientras te comia la concha.
Me contaste cosas mientras yo disfrutaba de vos, me hablaste de este blog.
Te excito contarme de el. Sabia que querias contarme mas cosas, pero iba a ser en otra ocasion.
Te di vuelta, te puse en cuatro y baje mi boca a tu culo.
Que rico estaba, se abria ante mi lengua.
Apoye la punta de mi pija en la puerta de tu culo hambriento.
-Dejame a mi, dijiste.
Y de poco me fuiste metiendo.
Despacio primero, hasta que te gano la calentura y tu culo se abrio como una boca ansiosa de un beso.
Te veia entregada y mi pija embatia contra tu culo una y otra vez.
Sentia los orgamos en el culo, estabas tan excitada que te golpeabas la cabeza contra la pared y gritabas sin contenerte.
Despues sali y te deje hacer.
Deje que me domines.
Sabia que ese juego te iba a gustar y no me equivoque.
Te subiste encima, clavaste mi pija dentro y no me dejabas moverme.
-Shhh...portate bien, me decias.
Y me inmovilizabas.
Y yo me dejaba.
La pija explotaba adentro tuyo.
Mi respiracion se entrecortaba.
Me dejaba llevar en ese juego de poder hasta donde vos quisieras.
Estaba dispuesto a llegar al final.
Me diste vuelta con fuerza y metiste mis huevos en tu boca mientras me hacias una paja.
Yo queria agarrarte y no me dejabas.
Me pusiste en cuatro y pude sentir como era tu lengua ahora la que dibujaba circulos en mi culo.
Tu saliva chorreaba y tus dedos se metian en mi.
Me aplastabas contra la cama para que no pudiera hacer nada.
Te cedi el control y te gusto tenerlo.
Cuando no aguantamos mas nos pusimos cara a cara y nos cogimos fuerte.
Duro.
Como a vos te gusta.
Seguias acabando una y otra vez y yo lo disfrutaba.
Hasta que no aguante mas y explote en tus piernas.
Mi leche se derramos en vos abundante y caliente.
Quedamos sin aire, extenuados, casi sin fuerza para hablarnos.
Al poco rato nos despedimos, con la promesa de repetir y con nuestra imaginación pergeñando nuevas formas de hacernos disfrutar.
Nuestras fantasias se unen y nos van a llevar mas alla y los dos lo sabemos.
Porque sabemos lo que nos gusta...Y vamos a ir por mas.
Porte says: Y fuimos por más... por muchas más.
miércoles, julio 08, 2009
lunes, julio 06, 2009
El maravilloso mundo de Jack
Los dioses paganos del vino y la lujuria, mi maestro Sade y protector, acaso el mismo Diablo a quien estoy segura que le caigo en simpatía, o quizás simplemente todos ellos al unísono han decidido enviarme un regalo en forma de hombre. Un ángel rojo, un demonio blanco, un sueño hecho carne se ha hecho su lugar en mi vida. Y yo no puedo sentir sino gratitud.
Me creo protegida por deidades y diablillos indiferenciables y propios, que se divierten viéndome vivir, soñar, coger y pensar. Dioses y demonios de folklores olvidados que llevaban lustros sin novedades han encontrado un nuevo entretenimiento en observarme reaccionar ante sus señales, sus trampas y sus regalos. No me siento pieza de ajedrez, sino más bien ratita de laboratorio, objeto de estudio, entretenimiento divino e infernal, no apto para toda la familia.
Mis dioses diabólicos habían elegido un abanico mitad olvidable y mitad satisfactorio para mi vida sensual en estos últimos meses. Estaba condenada a no encontrar novedades. Me sumergieron en una realidad eróticamente normalizada, sin felices coincidencias ni hallazgos de tesoro hundido. Hoy creo que habían decidido puerilizar a ese grado mi vida erótica para que su último regalo me cayera absolutamente desprevenida y sin expectativas. Y qué buena idea que fue.
Su nombre es Jack. Como el pirata Sparrow, como DiCaprio en el Titanic, como el delicioso whiskey Daniel's, Jack llegó a mi vida en una curva peligrosa y sin poner luces de giro. Lo que se diría una entrada con estilo. Buscábamos lo mismo en el mismo momento y en el mismo lugar, y fuimos astutos como para reconocernos entre una virtual multitud. El primer cruce de miradas auspiciado por webcam obró de piedra fundacional de una relación clara, sencilla, y 100% erótica. Nos vimos, nos gustamos, nos quisimos encontrar. Las agendas modernas dejan poco tiempo para el placer, pero ambos hicimos el esfuerzo y aquel miércoles nos encontramos en ese bar. El resto ya lo escribí.
Desde entonces, he alcanzado la felicidad sexual. Jack no es un chongo. Jack es mi primer amante. Porque a nuestra relación es imposible ponerle otra palabra. Y no es que nos dediquemos sólamente a coger. Es que toda mi vida, y toda la suya, pasa ante los ojos del otro como factores eróticos. Me hipnotizan sus ojos azul profundo, que brillan como dos zafiros deslumbrantes, pero también me derrite que podamos discutir Foucault. Él tiene devoción por mi clítoris, pero también le excita escucharme tocar el piano. Mi vida a través del espejo de Jack se vuelve un baile sensual,donde todo erotiza y se vuelve sexy. Y lo mismo sucede con la suya cuando mi perfume le acaricia los sentidos.
Años hace desde la última vez que un hombre pudo hacerme feliz con orgasmos. Y la mejor noticia es que todo esto es mutuo. Porque yo noto, siento y escucho su placer, su ansiedad, su devoción a mi cuerpo y a mi goce. Así es como se ha ganado algo casi tan difícil como mi corazón: mi confianza. Jack es un hombre malo que me adora. Un perverso delicioso. Un criminal con menú de coartadas. Un jonkie adicto a la droga que gotea entre mis piernas. Un goloso que se relame al leer la oración anterior. Un vicioso, pervertido, inteligente y exquisitamente comestible especimen masculino. Un vicio.
Jack es el co-protagonista perfecto de este blog.
Tan perfecto que hasta yo dudo de si es real.
Me creo protegida por deidades y diablillos indiferenciables y propios, que se divierten viéndome vivir, soñar, coger y pensar. Dioses y demonios de folklores olvidados que llevaban lustros sin novedades han encontrado un nuevo entretenimiento en observarme reaccionar ante sus señales, sus trampas y sus regalos. No me siento pieza de ajedrez, sino más bien ratita de laboratorio, objeto de estudio, entretenimiento divino e infernal, no apto para toda la familia.
Mis dioses diabólicos habían elegido un abanico mitad olvidable y mitad satisfactorio para mi vida sensual en estos últimos meses. Estaba condenada a no encontrar novedades. Me sumergieron en una realidad eróticamente normalizada, sin felices coincidencias ni hallazgos de tesoro hundido. Hoy creo que habían decidido puerilizar a ese grado mi vida erótica para que su último regalo me cayera absolutamente desprevenida y sin expectativas. Y qué buena idea que fue.
Su nombre es Jack. Como el pirata Sparrow, como DiCaprio en el Titanic, como el delicioso whiskey Daniel's, Jack llegó a mi vida en una curva peligrosa y sin poner luces de giro. Lo que se diría una entrada con estilo. Buscábamos lo mismo en el mismo momento y en el mismo lugar, y fuimos astutos como para reconocernos entre una virtual multitud. El primer cruce de miradas auspiciado por webcam obró de piedra fundacional de una relación clara, sencilla, y 100% erótica. Nos vimos, nos gustamos, nos quisimos encontrar. Las agendas modernas dejan poco tiempo para el placer, pero ambos hicimos el esfuerzo y aquel miércoles nos encontramos en ese bar. El resto ya lo escribí.
Desde entonces, he alcanzado la felicidad sexual. Jack no es un chongo. Jack es mi primer amante. Porque a nuestra relación es imposible ponerle otra palabra. Y no es que nos dediquemos sólamente a coger. Es que toda mi vida, y toda la suya, pasa ante los ojos del otro como factores eróticos. Me hipnotizan sus ojos azul profundo, que brillan como dos zafiros deslumbrantes, pero también me derrite que podamos discutir Foucault. Él tiene devoción por mi clítoris, pero también le excita escucharme tocar el piano. Mi vida a través del espejo de Jack se vuelve un baile sensual,donde todo erotiza y se vuelve sexy. Y lo mismo sucede con la suya cuando mi perfume le acaricia los sentidos.
Años hace desde la última vez que un hombre pudo hacerme feliz con orgasmos. Y la mejor noticia es que todo esto es mutuo. Porque yo noto, siento y escucho su placer, su ansiedad, su devoción a mi cuerpo y a mi goce. Así es como se ha ganado algo casi tan difícil como mi corazón: mi confianza. Jack es un hombre malo que me adora. Un perverso delicioso. Un criminal con menú de coartadas. Un jonkie adicto a la droga que gotea entre mis piernas. Un goloso que se relame al leer la oración anterior. Un vicioso, pervertido, inteligente y exquisitamente comestible especimen masculino. Un vicio.
Jack es el co-protagonista perfecto de este blog.
Tan perfecto que hasta yo dudo de si es real.
Escrito por
Porteñita Secreta
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sábado, julio 04, 2009
Mariposa Pontiac
Sabíamos que las presentaciones formales y los modales sociales nos sobraban, pero decidimos guardar las formas durante alguna hora para aparentar normalidad. Un poco de careta propia y ajena dibujada en los pocos rostros que nos acompañaban en el bar me divertía y anticipaba una noche de miércoles memorable. Reconociste el verde en mis ojos sin antifaz y te alegró la buena noticia. Yo me encargaba de tragar cerveza sin haber cenado; había que apalear esos dos litros cuanto antes porque la calentura me arañaba la ansiedad y me secaba la garganta. Cumpliendo con tu papel me acompañabas empinando el codo y robándome algún beso incontenible. Besabas bien y quise irme de ahí.
Decidí hacerte especial para mí, llevándote donde no había ido nunca. Me antojabas y quería saciarme, disfrutarte y abandonarte, sin intenciones de volverte a ver.
Pero cuando entramos a la habitación la rueda del deseo comenzó a girar a 200km por hora...
Tenías que bañarte y sin tiempo para detenerte me arrojaste sobre la cama, como una muestra gratis y breve de tus intenciones. Sin resistencia volviste a levantarte de mi cuerpo vestido para desnudar el tuyo y abrir la canilla de agua caliente. Yo tenía cosas más importantes que hacer, así que saqué de las profundidades de mi cartera mi latita de caramelos ingleses que guarda felicidad en hebras verdes. Yo fumaba, vos te desvestías, y la ducha sudaba vapor. Acerqué el porro a tus labios desnudos y fumaste de mis manos como una paloma confianzuda y desprotegida. Tu erección brillaba, luminosa entre nosotros, hasta que te dirigiste al vapor que inundaba la habitación. Me dediqué a contemplar tu cuerpo forjado por un maestro del buen gusto mientras el humo dulce y el vapor entraban a mis pulmones. Te observé disfrutar del agua hirviendo que golpeaba contra tus hombros, tu cabeza y tu sexo aún y por siempre erecto. ¿Puedo acompañarte? Claro que sí, permitiste. Dos segundos después me tenías desnuda y fumada en la puerta de la ducha. Ansioso, desesperado, no soportaste la visión impólumne, y te arrodillaste bajo la cascada hirviente para devorar mi sexo.
Fue el mejor comienzo que podías darme.
Porque entonces mis rodillas se doblaron, mi boca dejó escapar un aullido y mi mano derecha te sacudió el pelo, empapado, mientras la izquierda sostenía aún la droga. Con el centímetro de conciencia que me quedaba atiné a colocar el cigarrillo sobre una columna, y me desplomé dentro de la ducha. El agua quemaba, hervía, y el vapor sofocaba mientras me dominabas bajo la catarata ardiente. Te arrinconé contra la pared para devolverte todo lo que me habías dado: ahora yo era la arrodillada, la que recibía en su espalda los latigazos del agua hirviendo y la que se devoraba tu sexo. Ingenua, creía que ya estabas jugado. Pero tu devoción a mi clítoris era mayor de la que jamás hubiera soñado. Nuevamente me obligaste a entregártelo, a levantarme arrinconarme y abrir las piernas para que volvieras a tu lugar favorito en el mundo. Nunca había estado con un hombre que goce tanto de realizar sexo oral. Nunca me hizo tan feliz.
Salir de la ducha fue entrar a una habitación fría e indiferente. El vapor me había acostumbrado el cuerpo a su temperatura infernal, y volver a la Tierra me trajo piel de gallina, tiriteos y temblores. Nos secamos y me metí como pude en la cama, intentando cubrirme, temblando de frío como una enferma febril por tu culpa y tu talento de volverme un cuerpo a tu disposición.
"No te secaste bien", observé tiritanto, a la par que tu cabeza volvía a dirigirse, golosa, a mi entrepierna. "¿Importa?" respondiste pícaro, goloso, inteligente. Y volviste a pasear tu lengua por los rincones de mi sexo hinchado, degustando cada milímetro. Nunca había sentido tanto frío y tanto calor juntos. Mi piel se erizó como un cactus de seda blanca y parí un aullido profundo con cada orgasmo. Retomé la marihuana y vos seguías sumergido; feliz, cumplí el sueño de fumar y ser fumada a la vez.
El cielo brillaba oscuro bajo la luna menguante, pero nosotros nos rompimos en una tormenta de piel. Te devoré y me devoraste sin pausas y sin cortes, desatados de todo mundo exterior, concentrados únicamente en generar y recibir placer, en disfrutarnos y gozarnos hasta la última gota. Sé que te gustó tanto como a mí. Tu cara se desfiguraba bajo mis besos y mordiscos, tu cuerpo se movía completamente ajeno a tu voluntad. No podías controlarlo, no a todo. No había pensamientos ni raciocinio; sólo impulsos, deseos, sexo violento, ardiente y longevo. Perdí la cuenta de las horas que pasamos en esa habitación, cogiendo como si nada más importase, como si el mundo se terminara mañana. Años han pasado desde la última vez que un hombre llegó a tu mérito. Había olvidado lo perfecto que, a veces, puede ser el sexo. Es fusión, sincronización absoluta entre dos cuerpos y dos voluntades; entre dos genitales, cuatro manos, cuatro piernas, veinte dedos. El antiguo y abandonado orgasmo entero volvió a inundarme el cuerpo gracias a vos. Por primera vez en mucho tiempo no cogí, sino que fui cogida. Me cogieron. Me cogiste. Y me encantó.
Decidí hacerte especial para mí, llevándote donde no había ido nunca. Me antojabas y quería saciarme, disfrutarte y abandonarte, sin intenciones de volverte a ver.
Pero cuando entramos a la habitación la rueda del deseo comenzó a girar a 200km por hora...
Tenías que bañarte y sin tiempo para detenerte me arrojaste sobre la cama, como una muestra gratis y breve de tus intenciones. Sin resistencia volviste a levantarte de mi cuerpo vestido para desnudar el tuyo y abrir la canilla de agua caliente. Yo tenía cosas más importantes que hacer, así que saqué de las profundidades de mi cartera mi latita de caramelos ingleses que guarda felicidad en hebras verdes. Yo fumaba, vos te desvestías, y la ducha sudaba vapor. Acerqué el porro a tus labios desnudos y fumaste de mis manos como una paloma confianzuda y desprotegida. Tu erección brillaba, luminosa entre nosotros, hasta que te dirigiste al vapor que inundaba la habitación. Me dediqué a contemplar tu cuerpo forjado por un maestro del buen gusto mientras el humo dulce y el vapor entraban a mis pulmones. Te observé disfrutar del agua hirviendo que golpeaba contra tus hombros, tu cabeza y tu sexo aún y por siempre erecto. ¿Puedo acompañarte? Claro que sí, permitiste. Dos segundos después me tenías desnuda y fumada en la puerta de la ducha. Ansioso, desesperado, no soportaste la visión impólumne, y te arrodillaste bajo la cascada hirviente para devorar mi sexo.
Fue el mejor comienzo que podías darme.
Porque entonces mis rodillas se doblaron, mi boca dejó escapar un aullido y mi mano derecha te sacudió el pelo, empapado, mientras la izquierda sostenía aún la droga. Con el centímetro de conciencia que me quedaba atiné a colocar el cigarrillo sobre una columna, y me desplomé dentro de la ducha. El agua quemaba, hervía, y el vapor sofocaba mientras me dominabas bajo la catarata ardiente. Te arrinconé contra la pared para devolverte todo lo que me habías dado: ahora yo era la arrodillada, la que recibía en su espalda los latigazos del agua hirviendo y la que se devoraba tu sexo. Ingenua, creía que ya estabas jugado. Pero tu devoción a mi clítoris era mayor de la que jamás hubiera soñado. Nuevamente me obligaste a entregártelo, a levantarme arrinconarme y abrir las piernas para que volvieras a tu lugar favorito en el mundo. Nunca había estado con un hombre que goce tanto de realizar sexo oral. Nunca me hizo tan feliz.
Salir de la ducha fue entrar a una habitación fría e indiferente. El vapor me había acostumbrado el cuerpo a su temperatura infernal, y volver a la Tierra me trajo piel de gallina, tiriteos y temblores. Nos secamos y me metí como pude en la cama, intentando cubrirme, temblando de frío como una enferma febril por tu culpa y tu talento de volverme un cuerpo a tu disposición.
"No te secaste bien", observé tiritanto, a la par que tu cabeza volvía a dirigirse, golosa, a mi entrepierna. "¿Importa?" respondiste pícaro, goloso, inteligente. Y volviste a pasear tu lengua por los rincones de mi sexo hinchado, degustando cada milímetro. Nunca había sentido tanto frío y tanto calor juntos. Mi piel se erizó como un cactus de seda blanca y parí un aullido profundo con cada orgasmo. Retomé la marihuana y vos seguías sumergido; feliz, cumplí el sueño de fumar y ser fumada a la vez.
El cielo brillaba oscuro bajo la luna menguante, pero nosotros nos rompimos en una tormenta de piel. Te devoré y me devoraste sin pausas y sin cortes, desatados de todo mundo exterior, concentrados únicamente en generar y recibir placer, en disfrutarnos y gozarnos hasta la última gota. Sé que te gustó tanto como a mí. Tu cara se desfiguraba bajo mis besos y mordiscos, tu cuerpo se movía completamente ajeno a tu voluntad. No podías controlarlo, no a todo. No había pensamientos ni raciocinio; sólo impulsos, deseos, sexo violento, ardiente y longevo. Perdí la cuenta de las horas que pasamos en esa habitación, cogiendo como si nada más importase, como si el mundo se terminara mañana. Años han pasado desde la última vez que un hombre llegó a tu mérito. Había olvidado lo perfecto que, a veces, puede ser el sexo. Es fusión, sincronización absoluta entre dos cuerpos y dos voluntades; entre dos genitales, cuatro manos, cuatro piernas, veinte dedos. El antiguo y abandonado orgasmo entero volvió a inundarme el cuerpo gracias a vos. Por primera vez en mucho tiempo no cogí, sino que fui cogida. Me cogieron. Me cogiste. Y me encantó.
Llegué a esa cita sin intenciones de repetirla.
Pero ahora no puedo esperar para que llegue el día de la próxima.
Pero ahora no puedo esperar para que llegue el día de la próxima.
Escrito por
Porteñita Secreta
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Etiquetas:
Season 2,
Sexo sin amor
miércoles, julio 01, 2009
Finalmente
Tengo una historia con sabor a rockanroll que contar.
Se llama "Mariposa pontiac".
Mañana se las cuento. Promesa.
Se llama "Mariposa pontiac".
Mañana se las cuento. Promesa.
Escrito por
Porteñita Secreta
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