Desde que leí la nota de tapa del nº7 de la revista THC, tengo ganas de hacer este post. Más allá de que la revista es una masa, y se las recomiendo, esa nota en particular fue increíble. Escrita por Marta Dillon, directora del suplemento Las/12 (también altamente recomendable), fue una de las mejores lecturas de este año. Me inspiró... digamos, mucho. Muchísimo.
Y por otro lado, una gran noticia: ayer se despenalizó el consumo personal de marihuana (aunque no puedo encontrar ningún diario que lo haya dicho, con lo que no puedo dejarles el link). Me parece un gran motivo para festejar, y una buena excusa de coyuntura para que finalmente haga este post. Así que, celebrando este hecho (¿algún lector está en contra?), y retomando a Dillon, me prendo la tuca que me queda y me siento a escribir.
Lo cierto es que el artículo de THC arranca con una escena. Ella está acostada, fumando (marihuana), y viendo a su novia dormir. Y comienza a relatar cómo la desea, la acaricia, la despierta, y lentamente empiezan a hacer el amor ("ella dormida, yo fumada"), perdiéndose en olas, en metáforas precisas, y en visuales muy claras. Yo no sé si fue porque justamente estaba drogada mientras lo leía, pero fue impresionante lo mucho que me excité al leerlo. Era prolijo, exacto, no repetitivo: describía con plumas y desgarres un acto sexual marihuanado. Era un acto de amor fortísimo y erótico. Me excité muchísimo, y agradecí no ser hombre. Sino, me hubiera escrachado una terrible erección...
Yo sé que el sexo sin drogas puede ser increíble. No necesita de estimulantes externos para ser alucinante. Pero hay algo en el sexo cannábico que suaviza, que irradia, que lo hace diferente, y sí, mejor.
Cuando tengo sexo fumada, siento con cada centímetro, cada milímetro, la piel del otro, su olor, su sudor, su excitación. Tengo un cuerpo entero, hinchado y muy delicado. Desarrollo una sensibilidad nanométrica, hacia afuera, y hacia adentro. Todo mi cuerpo se vuelve estimulante: la cintura, los dedos, los pies; todo es un gran órgano nervioso y sensible, caliente hasta el Infierno. Me entrego totalmente a los estímulos, al tacto, al gusto, al olfato y al oído. No tanto a la vista, ya que suelo cerrar los ojos. Es como si los otros sentidos estuvieran saturados, congestionados, y la vista se volviera prescindible; están pasando demasiadas cosas importantes hacia adentro, como para tener los ojos afuera.
Admito que cuando fumo también me vuelvo medio maniquí. Todos sabemos que hay un pasivo y un activo en el sexo. No hablo de la penetración, sino de la actitud: hay uno que devora, y otro que es devorado. Yo suelo intercalar. Pero cuando fumo, quiero ser devorada. Quiero entregarme totalmente, abandonarme a mi deseo y al del otro, que me desea tanto. Quiero que me explore, me investigue y me resuelva; quiero que encuentre mis zonas eróticas que trascienden las cotidianas, él solito, sin que yo le diga nada. Que no pueda acordarse del mundo que empieza afuera de mí; que esté completamente absorto y dedicado a descubrirme y a hacerme gritar de goce.
El momento de la penetración también es sublime. Es como si todo mi cuerpo desapareciera, se convirtiera en átomos flotantes, menos mi entrepierna. La siento con una exactitud que asombra: realmente, puedo sentir todo mi interior, mojada, caliente, dilatada. Mi conchita se abre de par en par, hospitalaria: invitando, insistiendo, y hasta rogando, que por favor no la dejen así, que necesita ahora mismo un complemento carnoso y duro que le dé sentido a su existencia. Sentir cómo me entran, me clavan, me vuelven a salir, es todo lo que sé hacer en ese momento. Paso a ser un animal, una inútil, que sólo sabe coger, o ser cogida; no me interesa nada más que este presente gozoso, brutal, increíblemente importante. Sólo quiero seguir, seguir, seguir hasta caer rendida, hasta enchastrar todas las sábanas, todo el cuerpo, todo el planeta que es sólo esta cama.
Hasta que naufrago en un mar de humo dulce y olores fuertes. Hasta que me duermo, agotada, desnuda y aún mojada, en un pasado de grandes recuerdos.
Mostrando entradas con la etiqueta Marihuana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marihuana. Mostrar todas las entradas
miércoles, agosto 12, 2015
Sexo cannábico
Escrito por
Porteñita Secreta
28
comentarios

Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas:
Marihuana,
Sexo sin amor
Un amigo
Ya he dicho antes que M. no es exactamente un lúcido. En realidad no pasa por una cuestión de lucidez. Es más bien muy colgado. Y bastante incomprensible. Pero vayamos por partes.
Es imposible entender mi relación con M. si no se tiene en cuenta a F. F. es mi mejor amigo. Pero mejor amigo de verdad. Es uno de los hombres de mi vida, desde hace años, y seguirá siéndolo (ya sabe que será el padrino de mis hijos). Pero bueno, a través de F. lo conocí a M. Y nos hicimos grandes amigos. Somos como un trío de sitcom. Es por eso que es tan raro lo que tenemos M. y yo. Porque somos, de verdad, muy pero muy amigos. Amigos, que, ocasionalmente, también tiene muy buen sexo con amor. Pero que jamás hablan del tema.
Hace más o menos un año y medio que, por períodos, nos acompañamos en la cama. Sin motivos ni preguntas ni palabras. Sin nada más que buen sexo y cariños posteriores. De repente comienza a saludarme con un beso en los labios, y entiendo que estamos en una etapa erótica. Luego de algún tiempo (completamente arbitrario e indefinido), sin razón aparente, volvemos a la "normalidad". Aunque ya hace tanto que hacemos esto, que nada puede calificarse de normal.
Lo más loco es que never in the puta life hemos hablado del tema. Jamás. Nunca hubo un plateo de ninguno de los dos sobre "qué somos", "qué te pasa conmigo", o "hacia dónde vamos". Él mantiene riguroso silencio masculino. Yo me coso los labios porque así como estamos somos felices, y creo que cualquiera de estos planteos podrían arruinarnos completamente. Pero díganme la verdad... es raro esto, ¿no?
Admito que M. me derrite. Me encanta. Está tan, pero tan bueno. Es de esos pocos hombres que físicamente me vuelan el deseo. Cada vez que lo veo, lo primero que pienso es "Qué lindo que está!". Y en cima se viste muy bien. De modo que me compra sin pagar.
Me encanta poder desnudarlo y saborearlo lentamente. Como no es muy seguido, cuando se da disfruto cada bocado. Engullo su cuerpo como a un manjar sutil y aterciopelado. Abro los ojos de par en par, y lo veo, confirmando que sí es él, otra vez él, él que tanto me derrite y que tan pocas veces puedo devorar. Por eso aprovecho al máximo cada vez que puedo gozar de ese cuerpo erótico e inflamable.
Por algún motivo que quizás descubra con mi analista, no le había contado a M. que estaba de novia. Igual supongo que de algunas conversaciones con F. lo habrá entendido. Por ende, tampoco le conté cuando corté. Pero, asombrosamente, mientas estuve con N. no pasó nada entre nos. ¿Coincidencia? Quién sabe.
Lo cierto es que el otro día, tirados en mi cama, fumados, y con F. durmiendo al lado, simplemente lo agarré de la mano. Fue sólo eso. El mínimo contacto con su piel siempre me excita de manera vergonzosa. Instantáneamente comenzó a acariciarme la palma, lento, tanteando. Un hormiguero explotó entre mi entrepierna y mis dedos.
Lo miré.
Me miró.
Con sus ojos dijo "Yo también".
Y se abalanzó sobre mi cuerpo.
Es imposible entender mi relación con M. si no se tiene en cuenta a F. F. es mi mejor amigo. Pero mejor amigo de verdad. Es uno de los hombres de mi vida, desde hace años, y seguirá siéndolo (ya sabe que será el padrino de mis hijos). Pero bueno, a través de F. lo conocí a M. Y nos hicimos grandes amigos. Somos como un trío de sitcom. Es por eso que es tan raro lo que tenemos M. y yo. Porque somos, de verdad, muy pero muy amigos. Amigos, que, ocasionalmente, también tiene muy buen sexo con amor. Pero que jamás hablan del tema.
Hace más o menos un año y medio que, por períodos, nos acompañamos en la cama. Sin motivos ni preguntas ni palabras. Sin nada más que buen sexo y cariños posteriores. De repente comienza a saludarme con un beso en los labios, y entiendo que estamos en una etapa erótica. Luego de algún tiempo (completamente arbitrario e indefinido), sin razón aparente, volvemos a la "normalidad". Aunque ya hace tanto que hacemos esto, que nada puede calificarse de normal.
Lo más loco es que never in the puta life hemos hablado del tema. Jamás. Nunca hubo un plateo de ninguno de los dos sobre "qué somos", "qué te pasa conmigo", o "hacia dónde vamos". Él mantiene riguroso silencio masculino. Yo me coso los labios porque así como estamos somos felices, y creo que cualquiera de estos planteos podrían arruinarnos completamente. Pero díganme la verdad... es raro esto, ¿no?
Admito que M. me derrite. Me encanta. Está tan, pero tan bueno. Es de esos pocos hombres que físicamente me vuelan el deseo. Cada vez que lo veo, lo primero que pienso es "Qué lindo que está!". Y en cima se viste muy bien. De modo que me compra sin pagar.
Me encanta poder desnudarlo y saborearlo lentamente. Como no es muy seguido, cuando se da disfruto cada bocado. Engullo su cuerpo como a un manjar sutil y aterciopelado. Abro los ojos de par en par, y lo veo, confirmando que sí es él, otra vez él, él que tanto me derrite y que tan pocas veces puedo devorar. Por eso aprovecho al máximo cada vez que puedo gozar de ese cuerpo erótico e inflamable.
Por algún motivo que quizás descubra con mi analista, no le había contado a M. que estaba de novia. Igual supongo que de algunas conversaciones con F. lo habrá entendido. Por ende, tampoco le conté cuando corté. Pero, asombrosamente, mientas estuve con N. no pasó nada entre nos. ¿Coincidencia? Quién sabe.
Lo cierto es que el otro día, tirados en mi cama, fumados, y con F. durmiendo al lado, simplemente lo agarré de la mano. Fue sólo eso. El mínimo contacto con su piel siempre me excita de manera vergonzosa. Instantáneamente comenzó a acariciarme la palma, lento, tanteando. Un hormiguero explotó entre mi entrepierna y mis dedos.
Lo miré.
Me miró.
Con sus ojos dijo "Yo también".
Y se abalanzó sobre mi cuerpo.
Escrito por
Porteñita Secreta
25
comentarios

Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas:
M.,
Marihuana,
sexo con amor
miércoles, agosto 24, 2011
Final del juego
Sentada en un café notable porteño, recién bañada, perfumada y sola, me escribo un mail a mi personalidad más puta para subirlo al Túnel cuando vuelva a la prisión y oficina que es el depto donde vivo.
El fin de semana que pasó volví a ver a León a solas después de tiempo indeterminado.
Nuestras sesiones se habían suspendido ante mi ausencia y cancelación, y nos debíamos una charla. Llegué sin saber del todo qué iba a decir, qué quería, qué pasaba.
Lo cierto es que la rebeldía se despertó adentro mío. Mis entregadas ganas de complacer a León en todo lo que pudiese, abandonando mi cuerpo y mi placer a su dominio, venían extinguiéndose sin retorno. No se puede ser sumisa y rebelde a la vez.
"No con vos, al menos" fue lo que León retuvo de todas mis palabras que brotaban, fumadas, desde mi boca indecisa. Inteligente, el León, supo detectar la frase más verdadera de todas. No sé si es que no soy sumisa, si es la sumisión lo que rechazo, o es a él a quien no quiero someterme. Creo que la segunda.
Será eso, u otra cosa. Nunca llegamos a coger con León. Me confesó que la última vez que le cancelé había estado fantaseando con cogerme todo el día. Pobre Leoncito.
-Me lo hubieras dicho... Eso me hubiera cambiado de idea.
-No quería influenciarte.
So this is it. De todos los senderos que se bifurcan en su jardín, Destino terminó tomando el que nos separa por mutuo acuerdo. Porque mi ex-Amo también venía listo para terminar nuestra relación, por sus propios motivos. León fue claro desde el principio: nuestro vínculo nunca tomaría dimensiones amorosas mayores. Nunca seríamos novios. Nunca lo enamoraría. Y entendió que ese límite es incompatible con el vínculo Amo-sumisa, en tanto no permite que se profundice.
Quedaba claro el final, cuando le hice notar algo de sí mismo. León gruñe, en efecto, como un león. Cuando algo le da placer, ya fuera verme con las tetas llenas de broches o un lindo masaje en los hombros, gruñe cual felino complacido. Se sonrojó ante el dato. Cuán tierno. Y se empezó a calentar.
Cuando peló la pija a media asta, estaba seguro que no podría resistir la tentación de petearlo. Me cree más puta que orgullosa. Y hay algo que no comprende.
Ser sumiso es entregarse a complacer al otro, mientras el placer propio queda relegado. León nunca se ocupó de mi placer, y está bien, no era su lugar.
Mientras se pajeaba mirándome a los ojos, yo sonreía, inmóvil. Si en lugar de esperar que yo me acerque, viniera a tocarme, a sentirme, a buscar lo que desea, otro sería el cantar. Si viniera y él, por una vez, buscara mi placer en lugar del suyo, sería un polvo inolvidable.
Pero León nunca se levantó. En vano siguió la paja y el contacto visual. Sonreí, como sumisa libre que ya no debe obedecer ninguna orden de un Amo que jamás se la cogió.
Y me fui a mi casa, mi prisión oficina, sin Amo y sin orgasmo.
El fin de semana que pasó volví a ver a León a solas después de tiempo indeterminado.
Nuestras sesiones se habían suspendido ante mi ausencia y cancelación, y nos debíamos una charla. Llegué sin saber del todo qué iba a decir, qué quería, qué pasaba.
Lo cierto es que la rebeldía se despertó adentro mío. Mis entregadas ganas de complacer a León en todo lo que pudiese, abandonando mi cuerpo y mi placer a su dominio, venían extinguiéndose sin retorno. No se puede ser sumisa y rebelde a la vez.
"No con vos, al menos" fue lo que León retuvo de todas mis palabras que brotaban, fumadas, desde mi boca indecisa. Inteligente, el León, supo detectar la frase más verdadera de todas. No sé si es que no soy sumisa, si es la sumisión lo que rechazo, o es a él a quien no quiero someterme. Creo que la segunda.
Será eso, u otra cosa. Nunca llegamos a coger con León. Me confesó que la última vez que le cancelé había estado fantaseando con cogerme todo el día. Pobre Leoncito.
-Me lo hubieras dicho... Eso me hubiera cambiado de idea.
-No quería influenciarte.
So this is it. De todos los senderos que se bifurcan en su jardín, Destino terminó tomando el que nos separa por mutuo acuerdo. Porque mi ex-Amo también venía listo para terminar nuestra relación, por sus propios motivos. León fue claro desde el principio: nuestro vínculo nunca tomaría dimensiones amorosas mayores. Nunca seríamos novios. Nunca lo enamoraría. Y entendió que ese límite es incompatible con el vínculo Amo-sumisa, en tanto no permite que se profundice.
Quedaba claro el final, cuando le hice notar algo de sí mismo. León gruñe, en efecto, como un león. Cuando algo le da placer, ya fuera verme con las tetas llenas de broches o un lindo masaje en los hombros, gruñe cual felino complacido. Se sonrojó ante el dato. Cuán tierno. Y se empezó a calentar.
Cuando peló la pija a media asta, estaba seguro que no podría resistir la tentación de petearlo. Me cree más puta que orgullosa. Y hay algo que no comprende.
Ser sumiso es entregarse a complacer al otro, mientras el placer propio queda relegado. León nunca se ocupó de mi placer, y está bien, no era su lugar.
Mientras se pajeaba mirándome a los ojos, yo sonreía, inmóvil. Si en lugar de esperar que yo me acerque, viniera a tocarme, a sentirme, a buscar lo que desea, otro sería el cantar. Si viniera y él, por una vez, buscara mi placer en lugar del suyo, sería un polvo inolvidable.
Pero León nunca se levantó. En vano siguió la paja y el contacto visual. Sonreí, como sumisa libre que ya no debe obedecer ninguna orden de un Amo que jamás se la cogió.
Y me fui a mi casa, mi prisión oficina, sin Amo y sin orgasmo.
Escrito por
Porteñita Secreta
4
comentarios

Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
viernes, junio 10, 2011
Fuck you
Pero la concha de Dios y la santísima trinidad de mi cajeta y tus pelotas. Esto apesta. Todo romántico y amoroso, con sonrisas transparentes y carita de cachorro, forro, pendejo, la puta que te parió infeliz, mirá cuánta mierda puedo escupir mientras me fumo un fini y me tomo un vino y me preparo para salir a romper la noche sin vos. Qué hermoso es putear así, en palabras altas y a voz callada, concentrando todo mi odio en los dedos que taladran, no golpean, las teclas con la furia de un demonio mujer que vive en mí y que despertaste. Son las etapas: la incertidumbre, la certeza, las sonrisas, el sexo, los mimos, las palabras, la distancia, las dudas, la paranoia, y la confirmación de que sos un reverendo hijo de puta que no piensa en los demás, o sea en mí, ni en las otras dos que te cogés y me refregás en la cara, pidiendo una mano, cararrota, mamerto inalterable con más levante del que puede manejar. It's like, basic, right? Tarado. Qué profundo mi desarraigo, qué frágil mi enamoramiento. A veces pienso que soy demasiado perceptiva, leyendo el lenguaje corporal, analizando sin parar con mi perfecto y desastroso cerebro las actitudes de un crío de 12 años gigante al cual ENCIMA se me ocurre prestarle atención, I mean, what's fucking wrong with me?? Es esa puta debilidad que tengo por los chicos buenos, ese fetiche por los gorditos en la frontera de lo incogible, qué desastre, meu deux.
Menos mal que mañana me fajan.
Qué bien que me vendría igual, que me fajen ahora. Bien fuerte.
Bárbaro me vendría.
Menos mal que mañana me fajan.
Qué bien que me vendría igual, que me fajen ahora. Bien fuerte.
Bárbaro me vendría.
Escrito por
Porteñita Secreta
5
comentarios

Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
miércoles, junio 08, 2011
Viking love
Rompí la racha. Después de tres meses volví a coger. Esta vez sí. Con pija, por la concha, bien tradicional. Fue fantástico.
El sábado a la noche me visitó un vikingo. Mi roomate no estaba, así que invité a Gonzalo. Me dijo que no, que habíamos dicho mañana. ¿Con que no, eh? Dame cinco segundos. Abro el MSN y le regalo a otro todo el sexo que te perdés. Puto. Snif.
El vikingo pedaleó desde Villa Crespo hasta San Telmo con un vino en la mochila. Charla, porro, copas, besos, sexo. Resultó que hacía mucho más tiempo que él no estaba con una mujer que yo con un hombre. Y se notaba. Cómo me cogió. Cómo me lo cogí. Nos destrozamos el cuerpo. No podíamos parar.
Es una bendición este rubio. Mi amiga Gi dice que me cogí a Thor. Tiene algo de razón. Mide 1,92m, es rubio de ojos verdes y pelo largo. Una onda tiene. Bastante.
Y una pija tan divina... un dios nórdico en sí misma. Con pendejos color cobre. Impresionante. Estoy teniendo mucha suerte con las porongas últimamente. Afrodita me extrañó y me manda regalos en forma de hombre, dándome la bienvenida una vez más.
Si no fuera por los cálculos que tenía que hacer con los forros que íbamos gastando, diría que no tengo idea de cuántos polvos nos echamos. Pero la tengo. Fueron ocho. Tres a la noche y cinco el domingo. Porque se quedó el domingo. Mi roomate volvió, tomamos mate los tres, se volvió a ir y me volví a llevar a la cama al dios del trueno.
Sonó el celular. No atendí. Sabía que era Gonzalo. Había dicho que iba a venir.
Sos insasiable, dijo. Cogés muy bien, dijo también. Me reí. Como si no lo supiera.
Fue una maratón. Sin repetir y sin soplar, posiciones del kamasutra, ya. No te digo las aeróbicas, pero las clásicas, las pasamos todas. Menos el 69. Que a mí mucho no me divierte. Pero el resto, todas. Me gustó mucho montarlo. Tiene la angulación peneana exacta. Frota el punto G sin parar. Me vuelvo loca ahí arriba.
Vuelve a sonar el teléfono. Atiendo. Es Gonzalo. Estoy con un amigo, tomando mate. Venite más tarde. Sigo cogiendo.
Además, no sólo se le paraba. Se le paraba rápido y durísima, casi sin esfuerzo. Es el paraíso. Tanta pija a media asta he tenido que remontar... Y me vuelvo a encontrar con un semental. Qué buena noticia.
Le bajé a abrir. Sería lindo repetirlo, pero no te voy a llamar, corazón. Llamame vos, le dije. Vemos, respondió. Veremos pues.
Subo de nuevo. Estoy sola, recién cogida, de muy buen humor. Me armo un porro y sigo tomando mate. Chequeo la compu, boludeo, escribo un rato.
Suena el celular. Es Gonzalo. Está abajo.
Escrito por
Porteñita Secreta
1 comentarios

Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Suscribirse a:
Entradas (Atom)