Mientras toda la semana pasada anduve quejándome con mis amigas de la falta de hombres, nunca se me ocurrió que en efecto conocería a alguno. Esas cosas nunca suceden. No es que una puede pedirle al cielo o a la vida algo, y esta o aquél responden eficazmente y en seguida cual burócratas del destino. Sin embargo, esta vuelta me sorprendieron muy incrédulamente, y cruzaron por mi camino a un hombre más que apetecible.
Sin inocencia lo bautizaré como G.
Hace algunas noches conocí sus sábanas y su perfume. Yo me empalagué del sabor de su piel. Él prefirió volverse adicto a mi sexo.
Esa noche, mientras me ahogaba entre su cuello y sus hombros, su diestra supo pasearse por toda mi entrepierna. Con la tranquilidad de un explorador, inspeccionó milímetro a milímetro mi deseo, sin apuro. La parsimonia de sus dedos se detenía cuando mis gemidos le señalaban el punto exacto a estimular. Yo me abandoné a sus designios y él continuaba jugueteando, feliz.
Luego de un tiempo incalculable, sentí cómo sus dedos llevaban su exploración a las profundidades de mi cuerpo. Y, flexionándolos en mi interior, me susurró al oído:
G.: Este es el punto G...
Yo lo miré muy sorprendida. La verdad que nunca me lo había puesto a pensar. Siempre había dado por sentado que el famoso punto G era el mismísimo clítoris. Tan segura estaba de ello que ni siquiera lo había hablado con nadie.
SECRETA PORTEÑITA: ¿En serio?... Yo siempre creí que era este...
Tomé su mano y posando una yema de sus dedos sobre mi definición de tan famoso punto. Pero no.
G.: No, no, es este...
E insistió con su teoría vaginal.
Será que tengo un particular desarrollo de la sensibilidad clitorídea. O quizás poco en el punto que él insiste es el summum del orgasmo femenino. Lo cierto es que el primero siempre me ha dado grandes satisfacciones, mientras que el segundo se me hace un lugarcito más dentro de mi conchita como cualquier otro. Maitena pregunta en uno de sus chistes más viejos: "¿Usted nunca se sintió anormal?". Pues sí, querida madrina, muchas veces. Y esta duda me está sintiendo rara.
Traigo entonces esta inquietud a este pequeño diario íntimo/expuesto que tengo.
Quizás así no tenga que llamar a Alessandra para preguntarle, cual desorientada niña de 12 años "¿dónde queda el punto G?".