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miércoles, agosto 12, 2015

Me toco pensando en vos

Cada noche que me acuesto a dormir, cierro los ojos y elijo en quién quiero pensar para masturbarme esta noche.

No se trata sólo de elegir un co-protagonista. Se trata de escribir su historia. Me gusta que mis fantasías sean reales, posibles. Pausibles de suceder.

Tomemos un ejemplo X, y hagámoslo masculino. Me imagino bajo qué circunstancias podría encontrarme con X: si me lo cruzo en la facultad, si nos encontramos casualmente en Gorriti y Scalabrini Ortiz, o si me invita a su casa a ver unas pelis y tomar cerveza. Me apasiona detallar cómo se va desarrollando el clima: la tensión sexual, el deseo tácito en las palabras, los posibles roces. Puede ser sutil, discreto, que la corriente vaya fluyendo hasta la cama; o puede ser crudo, autopístico, voraz. Depende del co-protagonista, y de ganas de qué tenga esa noche. A veces me toco pensando en abrazos de algodón, y a veces me atan contra un árbol de corteza.

Anoche tuve una nueva que me encantó. La comparto con ustedes:

Me vi en su depto (deconocido, imaginado), en el living precisamente. No sé cómo llegamos ahí. Tampoco importa. En algún momento se va a la cocina, a buscar más vino según mi guión. Ese es el punto clave en el que mi soledad momentánea me hace un click de deseo y decisión. Cuando vuelve, me ve parada de frente, mirándolo a los ojos, y como él es como yo quiero y no como es, entiende y se queda quieto. Devolviéndome la mirada, expectante y paciente.

SECRETA PORTEÑITA
Quedáte ahí...

Lentamente, comienzo a desnudarme. Él no me quita los ojos de en cima. Yo juego con la mirada; a veces se la clavo, a veces me distrae algún cierre relámpago, o un botón. Él tiene todavía la botella en una mano, cerrada, y el destapador en la otra. Yo me bajo el pantalón, me desabrocho la blusa (siempre es conveniente tener blusa en las fantasías), y sigo mirándolo. El silencio reina detrás de algún jazz que suena.

El corpiño desabrochado pende de mis hombros, inerte. Bajo los brazos y se resbala. Entre mi desnudez y yo sólo quedan las bragas. Me las bajo hasta las rodillas, me incorporo y, siempre fijándome en sus ojos, flexiono una para sacarlas.

Sólo queda el gancho en mi pelo de rodete de secretaria. Finalmente libre, la cortina indomable me cubre los hombros, y ahí sí que nos miramos largo y tendido. Él con vino y ropa, yo desnuda y blanca, salvo por mi pulsera de plata brillando en el jazz. A tres metros del otro.

Hay algo en mi desnudez y en la ropa del otro que me excita mucho. Quizás sea el propio cuerpo como un objeto de deseo de uno mismo. Quizás sea el desbalance de poder que implica. Quizás, la protección que puedo esperar del otro al verme tan vulnerable. No lo sé. Sólo sé que mientras él deja la botella de vino y el destapador sobre la mesa, y se acerca, las gotas de placer recorren mi entrepierna.


¿Y después?...

Aaah, bueno...

Yo ya hice mi jugada.
Supongo que el resto lo tendrá que descubrir.

viernes, mayo 20, 2011

Fantasías animadas de ayer y de hoy

Hoy tuve una muy importante entrevista de trabajo, así que anoche me costó dormirme. Me desperté antes de que sonara la alarma del celular, impaciente. Bañada, vestida, maquillada y perfumada, me emprolijé el esmalte y salí a la calle.

Una hora y media después, a media mañana, salía de la entrevista muy satisfecha. Estaba más relajada y tenía hambre (no había desayunado), así que entré a un café, pedí un café con leche y un tostado y me senté a mirar por la ventana un rato.

Tenía el resto del día libre, así que me fui a mi casa y me acosté a descansar un rato. Tuve sueños vívidos y maravillosos, llenos de hombres y miradas, con colores y torsos desnudos, una locura. Me desperté a las cuatro horas, relajada. 

Si hay algo que me gusta más que dormir, es quedarme en la cama despierta. Acostada, abrazo las almohadas, me cubro con las sábanas, cierro los ojos y empiezo a fantasear...

Por motivos que mantendré ocultos, hacía mucho que no tenía un momento de paz y soledad en el que pudiera tocarme en paz. Extrañaba la paja. Y esta semana recolecté un par de candidatos que me dieron abundante material...

El primero es un señor mayor de casi 40 años que se jacta de practicar BDSM como un fuerte macho dominante. La diferencia de edad y de experiencia me pone en un lugar interesante, novedoso y muy cachondo, sobre todo cuando me dice que me manietaría y me obligaría a tomar una línea de merca mientras me da unos chirlos. Me calienta la idea, pero estoy advertida: sería una relación puramente sexual. Nada que no haya conocido antes, pero resulta que no es lo que ando buscando. Lo cual me lleva a un paréntesis.

(Hace tres meses que estoy sin coger. Es el período más largo que he pasado célibe desde que perdí la virginidad hace 10 años. Y no porque no faltan oportunidades. Simplemente, creo que después de abrir tanto las piernas y haber conocido amantes tan maravillosos, llega un punto en el que el sexo se vuelve aburrido con los amantes mediocres. Así que dejé de coger, esperando a alguien que desee profundamente.)

De modo que tenemos un caballero, llamémoslo, jocosamente, Bart, que me ofrece introducirme en el apasionante mundo del sadomasoquismo de su dulce mano dominante. Tengo que admitir que la idea es tentadora. Además, el papel de dominada me seduce fuertemente. Siempre soy yo la que tengo el control. No estaría nada mal relegárselo a este interesante señor.

Pero me comí los mocos. La última vez que fui a visitarlo la tensión llegó al máximo entre dos copas de vino. Se recostó contra el sofá y clavándome los ojos ordenó con voz grave: "Levantate". Sonreí, tomé vino y me quedé sentada. El momento pasó y luego fue demasiado tarde.

Cerré los ojos y bajé la mano izquierda (soy zurda para autocomplacerme) mientras me imaginaba con los ojos vendados por satén negro, todo negro y yo desnuda, o casi, con sogas que me aprietan las tetas y una mano que me dice guarangadas mientras me aprieta la garganta. Una sola orden, la única que escuché, resonaba en mi cabeza: "Levantate". Acabé dos veces y sonreí. Esta se va a dar. Esta se tiene que dar.

La siguiente fantasía fue con un compañero de la facultad. Quería escribirla ahora, pero este post me puso cachonda. Me voy a revivirla un rato y la próxima se las cuento.

martes, febrero 08, 2011

Un año después de terminar

Tenía unas ganas afiebradas de empujarte en la cama y aprisionarte toda la noche. Que luches, te resistas, trates de evitar ese gran error que sería volver a cogerme, a caer en mis dulces manos que tanto placer te enseñaron, que extrañaste y reconocés pero les tenés un cagazo horrible. Quería que me pelearas, resistiéndote a mi boca que te destroza el cuello a besos bien mordidos, mis manos que te atrapan el hombro y la cabeza, obligándote a inclinarla, manejando el control de tu cerebro. Te agarraría del pelo y tiraría, ofreciéndome tu aorta enloquecida que bombea fuera de control, mientras con tus fuertes brazos tratás de separarme, de sacarte de encima ese fantasma de pasado hecho carne otra vez. Pero estoy sentada en tu pelvis y recordás que tengo más fuerza de la que parece, esposándote las muñecas arriba de la cabeza, con mis propias manos. Y entonces te besaría despacio, con amor, con todo el amor que me despiertan tus besos perdidos, la frente, la sien, los pómulos y la boca, dulcemente, con la punta de la lengua, aflojándote, derritiéndote, derrotando esa parte de vos que no quiere equivocarse, y entonces me abrazarías otra vez, dejando correr el deseo por tus venas, respirando mi perfume y mis besos, arrancándome la ropa y devorándome la piel.


Pero como no soy tan malvada, me ubico, por rescatada, y te propongo ir al estudio en vez de quedarnos en la habitación. Y todo lo que alguna vez hicimos pero no volvimos a repetir se vuelve cuento de mi blog.

martes, diciembre 14, 2010

I put a spell on you



Hace mucho calor esta noche. Buenos Aires está que hierve, y no exactamente de temperatura.

Pasé el día entre estas cuatro paredes, tres blancas, una naranja, y una ventana. Sola, de blanco, como una novia que en vez de ir a la boda se dio cuenta que su hombre la dejó en el altar hace tres meses, y todavía no se sacó el vestido.

He tenido tan poco sexo este último tiempo que tengo la impresión de que no tengo nada que escribir. ¿Puedo volver a calentar lectores anónimos usando sólo mis letras, si ya ni mi cuerpo me resulta erótico? 

Hoy estoy para irme a algún bar de fantasía, en un piso treinta y dos, con terraza. Pedir un vinito blanco, fresco, y fumar mirando las estrellas. Algún brazalete de plata colgando de mi muñeca, un poco de carmín en la boca, las uñas esmaltadas de rojo y la brisa de las alturas aliviando el calor.

No estaría mal encontrarme, de paso, con algún caballero chapado a la antigua que me convide fuego y me pregunte si puede acompañarme. Se sentaría en la mesa, y sonriendo me diría "¿Sabés?... Tenés demasiada tranquilidad en los ojos para estar tan sola.". Sonreiría.

Pero esta noche no hay treinta y dos pisos, ni brazalete de plata, ni caballero chapado a la antigua. Sólo el vino. Y Nina Simone.

miércoles, mayo 27, 2009

Do I move you?

Mirás la hora. 00:16hs. Casi perfecto, sólo 16 minutos tarde, tiempo más que aceptable. Te mirás en el portero eléctrico y te acomodás el pelo. Un poco desprolijo, así, bien. Cool. Tocás el 9no "C". Esperás. Una voz de cobre responde ¿Quién es? -Yo, Marcelo... Esperás. kjjjjjjjjjjjj. La chichara te invita a pasar. Cruzás miradas con el portero, que te mide entre vigilante y pícaro. Buenas noches -Buenas noches. Subís al ascensor, y apretás el 9.

Te mirás de nuevo. El saco negro, pesado, te da calor. Te lo desabrochás y te sacás la bufanda. Te acomodás de nuevo el pelo. La botella de vino que tenés en la mano dificulta los arreglos coquetos de último momento. Y el ascensor se frena.

Salís al pasillo desconocido. ¿Derecha o izquierda? Izquierda. La puerta del fondo tiene algo que te llama la atención. Caminás y enfocás la vista. Es una hoja de cuaderno, arrancada, con el borde despelachado, apurado. Escrito en birome negra cursiva, se lee Entrá, sentate y relajate. Intrigado, obdecés. Está abierto.

Es la primera vez que vas a su departamento. No sabés muy bien qué pensar. Está oscuro, pero una luz azul tenue decora el ambiente. Avanzás por el pasillo que da al livin. Dejás el abrigo y la bufanda sobre un perchero, y la botella sobre una mesa de roble. Mirás a tu al rededor y encontrás tu destino. Un hermoso sillón negro, de cuero, una plaza, te espera. A su lado, una mesita ratona te convida una copa de vino, y un porro sin prender. Te sonreís y te preguntarás dónde está. Te sentás. Y te relajás. El sillón es genial.

Le das unos besos a la copa. Muy rico vino, fuerte, travieso. Tenés tu fiel Zippo en el bolsillo. ¿Por qué no?... Prendés el porro... una delicia. Sabe a cosecha casera, de armario, de manos femeninas, jardineras y fumonas que cuidan a sus plantitas como hijas. Exhalás. Sonreís.

Y le das play.





La música viene de otra habitación.
Sonreís.
Estás en sus manos.
Entendés el juego.
Te quedás donde estás, tranquilo.
Dándole otra pitada, tomando algo de vino.
Y aparece ella.
Saco de hombre y corbata, camisa blanca, sombrero de copa y minifalda negra.
Sus finas piernas terminan en los zapatos más exquisitos del fetiche.
Gacela, se extiende sobre el borde de la puerta.
Espera que la mires.
La mirás.
Y tomás otro trago de vino, flechándole la mirada
por encima de la copa.
Ella se acerca.
Vos te excitás.
Esto recién comienza,
y lo sabés...

Desfila ante tus ojos, meneando el ritmo.
Su cadera parece un pentagrama.
Te da la espalda, y comienza
a mover el culo.
Sus manos recorrer el cuello del saco,
seduciéndolo,
acariciándolo,
tirándolo.
La camisa transparenta
el corpiño negro,
y ella sigue bailando.
Gira para verte.
Tu clavada sonrisa no la intimida;
excitarte es algo serio.
Y mientras menea el culo,
te clava los ojos.
Te está midiendo, ¿sabés?
Quiere ver si estás a la altura
de las circunstancias.
Le sostenés la mirada,
mostrándole los dientes,
mientras le das otra pitada al porro que ya te tiene tan loco
como ella.











Y comienza a desabrocharse los botones.
De abajo hacia arriba.
Y sentís cómo tu sexo se endurece
engorda, fortalece,
sin fatiga.
Su ombligo brilla con una estrella
como piercing.
Su cintura, diminuta,
curva como la autopista más peligrosa
del deseo.
La camisa cae
al piso,
y ella se acerca más.
No te pongas nervioso, lindo.
Todo menos ponerte nervioso.
Disfrutala.
Mirala.
Mirá qué lindo como la corbata de seda descansa
entre sus tetas.
Mirá cómo gira para que aprecies la lencería
bajo la diminuta minifalda,
sobre el culo más perfecto
de Palermo.

Las piernas separadas,
los brazos en alto,
y el sombrero de copa que la corona
reina de la erótica porteña.
Y empieza,
con paciencia,
a bajar el cierre de
la minifalda.
Difícilmente puedas seguir conteniéndote...

Pero ella lo sabe.
No te mira
pero lo sabe.
Sabe que toda tu atención
está nublada por el esfuerzo
de mantenerte quieto,
de no saltarle en cima,
de no arrancarle el sombrero
y destrozarla con tus besos.
Por eso se aleja
un poquito,
y se agacha,
regalándote la postal
de un culo celestial,
mientras desespera,
provoca
y espera.













Primero un pie,
después el zapato,
y gira one more time
para mirarte.

Desnudez decorada
con detalles de lencería,
un sombrero de copa
que ilumina
el rayo negro
de la corbata.

Que la agarra,
se la agarra,
se ahorca,
se la saca,
se inclina,
y te la ata.

Te paraliza,
te endurece,
monopoliza
tu dureza,
tu control
y tu entereza.

Dueña de vos,
reina de tu sexo,
diosa bailarina,
modelo de vitrina,
te controla,
hechiza,
somete
y te obliga.

Presa inocente,
víctima captura,
te abandonás
a sus órdenes,
embrujado,
perdido,
enamorado.

Una masa
de deseo
con forma de hombre.

Una presa
inocente,
excitada
y doliente,
que compadece
a tu Reina
y finalmente




te besa.