miércoles, agosto 24, 2011

Final del juego

Sentada en un café notable porteño, recién bañada, perfumada y sola, me escribo un mail a mi personalidad más puta para subirlo al Túnel cuando vuelva a la prisión y oficina que es el depto donde vivo.

El fin de semana que pasó volví a ver a León a solas después de tiempo indeterminado. 


Nuestras sesiones se habían suspendido ante mi ausencia y cancelación, y nos debíamos una charla. Llegué sin saber del todo qué iba a decir, qué quería, qué pasaba.

Lo cierto es que la rebeldía se despertó adentro mío. Mis entregadas ganas de complacer a León en todo lo que pudiese, abandonando mi cuerpo y mi placer a su dominio, venían extinguiéndose sin retorno. No se puede ser sumisa y rebelde a la vez.

"No con vos, al menos" fue lo que León retuvo de todas mis palabras que brotaban, fumadas, desde mi boca indecisa. Inteligente, el León, supo detectar la frase más verdadera de todas. No sé si es que no soy sumisa, si es la sumisión lo que rechazo, o es a él a quien no quiero someterme. Creo que la segunda.

Será eso, u otra cosa. Nunca llegamos a coger con León. Me confesó que la última vez que le cancelé había estado fantaseando con cogerme todo el día. Pobre Leoncito.

-Me lo hubieras dicho... Eso me hubiera cambiado de idea.
-No quería influenciarte.

So this is it. De todos los senderos que se bifurcan en su jardín, Destino terminó tomando el que nos separa por mutuo acuerdo. Porque mi ex-Amo también venía listo para terminar nuestra relación, por sus propios motivos. León fue claro desde el principio: nuestro vínculo nunca tomaría dimensiones amorosas mayores. Nunca seríamos novios. Nunca lo enamoraría. Y entendió que ese límite es incompatible con el vínculo Amo-sumisa, en tanto no permite que se profundice.

Quedaba claro el final, cuando le hice notar algo de sí mismo. León gruñe, en efecto, como un león. Cuando algo le da placer, ya fuera verme con las tetas llenas de broches o un lindo masaje en los hombros, gruñe cual felino complacido. Se sonrojó ante el dato. Cuán tierno. Y se empezó a calentar.

Cuando peló la pija a media asta, estaba seguro que no podría resistir la tentación de petearlo. Me cree más puta que orgullosa. Y hay algo que no comprende.

Ser sumiso es entregarse a complacer al otro, mientras el placer propio queda relegado. León nunca se ocupó de mi placer, y está bien, no era su lugar.

Mientras se pajeaba mirándome a los ojos, yo sonreía, inmóvil. Si en lugar de esperar que yo me acerque, viniera a tocarme, a sentirme, a buscar lo que desea, otro sería el cantar. Si viniera y él, por una vez, buscara mi placer en lugar del suyo, sería un polvo inolvidable.

Pero León nunca se levantó. En vano siguió la paja y el contacto visual. Sonreí, como sumisa libre que ya no debe obedecer ninguna orden de un Amo que jamás se la cogió.

Y me fui a mi casa, mi prisión oficina, sin Amo y sin orgasmo.


sábado, agosto 20, 2011

Dos peces de hielo en un whisky on the rocks

En pantuflas y joggin, con un sueter que me llevó seis días secar en esta húmeda ciudad, con un pucho prendido y las patas sobre una silla, me dispongo a actualizar el estado de este blog descuidado.
Me pregunto si debiera explicar paso a paso lo sucedido estas semanas. Si, quizás, por sostener la narrativa, sea necesario un esfuerzo de mi parte.
Gonzalo y León. León y Gonzalo. Resulta no ser posible la coexistencia de estos vínculos. O eso aparenta mi historia, torcida, rebelde y sin escribir.
Cojo menos, es verdad. También tengo menos deseo. Habrá sido la semana sangrante que pasó, que me erotiza como para cinco pajas por día, pero ningún polvo. Será que el puto amor insondable me quita las ganas de que me pegue un hombre al que, en realidad, no le pertenezco.
Ser sumisa es pertenecer.
Y yo no me resigno a pertenecerle a nadie.