miércoles, junio 29, 2011

Adicto

Sos rara. Te derretís con mis dedos acariciando tu piel, como arena caliente y suave que te pone los poros de punta. Te dejás tocar toda, sonriendo cuando encuentro tus zonas más sensibles. Algo brilla en vos cuando estamos solos que no te ven los demás, como un glow en tus ojos de clima, verdes oscuros, de iris delineado.


Es como si nuestros cuerpos se gustaran, más allá de lo que pensamos.


¿Lo que pensamos, o lo que sentimos? Porque te extraño, pienso en vos, y me da bronca. A mi pesar te quiero. Me volví adicto a tus mimos en el cuello, tus masajes desinteresados, tu vocación por darme placer. Me enganchaste, a mi pesar. Soy un jonkie de tu piel y de la miel que brota entre tus piernas cuando nos metemos en la cama. Esa intersección mágica donde tu cuerpo se abre como una flor húmeda, calentita y acolchonada, donde enterrarme hasta el fondo es llevarme a un paraíso que no conocía hasta que te conocí.


¿Y yo?


Yo también me enganché. Te pienso y te quiero. Tu dulzura y tu amor, esa mala palabra del siglo XXI, me alimentan y me embellecen. Día a día pasamos. Tu presencia me da algo que me escasea tanto: tranquilidad. Estar con vos silencia las voces en mi cabeza, me pacifica.


Me atormenta que sospeches con razón que no sos el único en mi vida. No sé a dónde estamos yendo. No lo pienso demasiado. Pero si seguimos así, sé que hay dos cosas que van a tener que pasar.


Yo voy a tener que contarte que practico sadomasoquismo.


Y vos vas a tener que cortar con tu novia.

lunes, junio 27, 2011

El dominante

La puta se toma su tiempo en escribir las crónicas de nuestros encuentros. Eso está bien; quiere decir que le preocupa el detalle, como debe ser con todo buen sumiso. Eso no quita que no esté presionándola para ver qué escribe hasta el día en que finalmente publica, porque ese es mi rol, el rol acordado.

¡Ah, qué ganas tenía de azotar su enorme culo! Una suma de trasgresiones al código explícito-implícito de la sumisión por parte de la puta me habían dejado en ese estado, un gran estado para comenzar una sesión de juego en la que iba a intentar llevarla a algún extremo.

Que es lo que hacemos en el BDSM: explorar el límite; ahondar en eso que nos da un poco de miedo, miedo que la gran mayoría de las veces tiene que ver con nosotros mismos, y con nuestras taras.

Buscar un nuevo territorio para la sexualidad, en otras palabras. Trascender la cajita/molde en la que nos martillan desde el día uno. Y la puta quiere trascender, claro que sí. Quiere explorar, viajar, descubrir.

No será sorpresa si describo que la sensación de poder que como dominante me da ayudarla a descubrir esos rincones de su cabeza y su culo es una de las razones por las cuales YO juego. Porque, claro, tengo mis propias razones para educar a una entusiasta del sexo y mostrarle que, por más que sepa y haya hecho, por más pijas que se haya tragado y conchas se haya comido, hay miles de universos más por los que viajar. ¿Mostrarle a una puta que cree que hizo todo que hay mucho más? Check. My pleasure? Check.

No sé los motivos personales de cada dominante para serlo. Sé cuáles me acercaron a mí al tema y cuáles me hacen quedarme. Pero el principal es el poder, sin dudas. Ejercer poder en la vida civil me resulta desagradable; por supuesto, soy una de esas personas que naturalmente gravitan a lugares  de liderazgo en las que las oportunidades de ejercer poder son vastas; pero hace años que huyo de esas situaciones porque mi cuerpo ético me impide coaccionar a (o sea, ejercer poder sobre) alguien. Pero hay algún impulso en mí, algo primitivo, básico, precámbrico, que disfruta enormemente de decidir por otras personas a la vez que lo detesta.

Esa es la dualidad que yo enfrento, y de la que me rescata el BDSM. Porque el juego es un juego de poder, y de ejercer poder, pero siempre dentro de una caja bien definida que me permite someter sin que sea una falta a mis principios.

¿Y qué más poderoso que ver cómo otra persona expande su conciencia gracias a tu ayuda?

Nada.

Por eso, enseño.

Por eso, domino.

Por eso hago que la puta se trague mi pija (esa que ella siempre describe de forma muy satisfactoria, de paso). Y por eso disfruto cuando veo que entiende algunas cosas. Que va confiando en lo que entiende. Y en mí.

Al último encuentro, ella confesó, vino sin saber si tenía tantas ganas de venir. Pero vino porque el espacio que estamos compartiendo le parece importante. Imagino que, vis-à-vis lo que sucedió después, se alegra de haber venido. Ciertamente yo me alegro.

Sé que habrá muchos que, en el futuro, disfruten de lo que aprendamos con Puteñita. Sé que hay lectores de este blog que se beneficiarán en carne propia de los frutos de mi paciencia y mis golpes. Sé que hay lectoras que se animarán a intentar cosas, just for the fuck of it, porque algo vieron acá.

Tomen eso, quizá, como la justificación que les permita soportar mis largas parrafadas.

Y sepan que la próxima vez que ella se atragante con mi pija, o cuando finalmente meta toda mi mano en su culo, culazo, culón… ambos pensaremos en ustedes.

sábado, junio 25, 2011

Disfraces

Hoy es el cumpleaños de mi roomate, y como no podía ser de otra manera, es una fiesta de disfraces. Hace meses que anticipó que iba a serlo, así que tuvimos tiempo para ir pensando y armando los costumes. Al principio pensé en ir de Rei Ayanami, pero no quise repetirme (ya había usado ese disfraz en otra fiesta). Me quedé sin ideas.


Hace diez días con mi amiga Gi fuimos a la Bond Street (ella a comprar, yo a mirar) y cuando subimos al segundo piso me mostró un local dedicado a ropa BDSM. Cuero, vinilo, polleritas, corsets, todo divino. Pero la que atendía era muy antipática, y el único probador estaba ocupado. Me fui muy caliente con unos conjuntitos y las manos vacías.


Así que esta semana, cuando finalmente cobré, volvimos con Gi a la Bond a darme un gustito. O dos. O tres. 


Son dos conjuntos. Uno es un vestidito, negro, simple, con un lazo morado en el pecho. Precioso, naïf oscuro.


El otro es un corset de vinilo con pollerita a tono. Más sexy, hardcore, puta. Gi me ajustaba el corset y tenía miedo de lastimarme. Linda, qué tierna que es. No duele nada, mami.


Hay que decirlo, me queda precioso. Me encanto en este outfit.


De modo que me agencié dos en dos, dos en uno, uno para dos, o dos para uno. 


Tengo conjunto nuevo que sé que va a complacer a mi entrenador. Y tengo disfraz para esta noche.


Porque, claro, el conjunto de vinilo no da muy sumisa. De sumisa no podría disfrazarme, salvo que me desnudara frente a toda la fiesta con una cadena de bicicleta al cuello. Incluso así, no podría. Primero porque es trampa: un disfraz es alguien que uno no es. No puedo disfrazarme de algo que soy. Y soy sumisa. En segundo lugar, porque sumisa soy sólo de León. No quiero que nadie más me vea así. Tiene la exclusividad de sus órdenes.




Así que, esta noche me disfrazo de dominatrix.

miércoles, junio 22, 2011

El látigo y el grito

El sábado pasado tenía cita con mi entrenador. Limpita, perfumada, rodete prolijo, lencería de encaje morado y botas haciendo juego. Divina, en otras palabras.


He notado que las exigencias que León me impone sirven en muchos aspectos. En otra época de mi vida me he dejado estar (las uñas, el pelo, los pelos, la piel). No me crió una coqueta, sino una gordita. Así que tuve que aprender sola a maquillarme y plancharme el pelo. Hoy por hoy, no puedo dejarme estar. León me mataría. Así que me cuido más.


Hablamos, como siempre, antes de empezar. Me pidió detalles sobre mi relación con Gonzalo. Está convencido de que un pibe de mi edad nunca podrá darme lo que busco, necesito, merezco or whatever. Probablemente tenga razón, como siempre. Pero bueno. Es lo que hay.


También me preguntó por qué digo que lo que hacemos no es coger. Intenté explicarlo. La sumisión en la que me sumerjo mientras dura nuestro juego no tiene tintes eróticos en mi cabeza, sino más profundos, más... otra cosa. Pero es coger, me dice. Es sublimar a través de la sexualidad. 


No me excita, le dije. Me pasan otras cosas. Un montón. Pero no me excito. No mucho, al menos.


Eso hoy va a cambiar.




Andá a la habitación y volvé sólo con la tanga. Y con la cadena de la bicicleta al cuello.


Obedecí.


Sabía que esta semana teníamos algo nuevo. No sabía qué.


Me ajustó la cadena y se retiró.


Esperé a mi entrenador León en posición de descanso, desnuda, vulnerable, helada. Apareció con un regalito. Una especie de antifaz dividido en dos, muy cómodo y efectivo. Todo quedó negro hasta el final. Él sabía que taparme los ojos me gusta. Por eso no lo había hecho antes.


León comenzó a hablar. Daba vueltas a mi al rededor, como un satélite poderoso e invisible. Me dijo que pensara todos los motivos por los cuales debía castigarme. Lo pensé. Era muchos. 


Por haber cancelado la vez anterior.
Por atrasar este encuentro, y haber llegado tarde.
Por haberme acostado con otros dos tipos.


Él me recordó.
Por ser una smart ass.
Por haberlo llamado "Bart" en el blog.


Cada motivo resultaba en un golpe de vara. Ya no duelen tanto.


Está bien que pienses que acostarte con otros tipos está mal. Pero te doy mi autorización para que lo hagas.


Poné las manos contra la pared. Sacando culo. Ya sabés cómo es.


Obedecí. Manos a la misma altura, columna bien arqueada, culo regalado y preponderante. 


Escuché a mi entrenador alejarse. Esperé.


Volvió. Algo hacía ruido, de arrastre, como tiras de cuero deslizándose sobre el piso.


¿Tiras de cuero?


Hoy quiero agradecerte,
porque sos la primera persona a la que le puedo pegar con un látigo.


El látigo chasqueó en el aire.


Y pegó.


Y dolió. 
Pero dolió lindo.


El látigo distribuye el golpe. Menos focalizado, más...


...placentero.


Si te parece, en vez de darte veinte golpes con la vara, te doy diez con el látigo.


¿Te parece justo?


No.


El látigo me gusta. Me duele menos.


No es justo.


Muy bien, entonces.


Cuarenta golpes con el látigo.


Los contás. 


Y los agradecés.


Ya no tengo que explicarte estas cosas.


Y empezó. Y golpeó. Y me gustó, cada golpe. Fueron mucho más rápidos. 


Duele. No. Ay. Duele...


Me decís que no, pero es que sí. Sabés lo que tenés que decir si querés que pare.


Siguió golpeando.


Dejé de sentir mis manos apretando la pared. Dejé de sentir la tanga metiéndoseme entre los labios. Todo lo que sentía eran sus golpes, el culo, y el aire secándome la boca.


Cuesta respirar bien cuando hay que contar tantos golpes.


Bien.


Posición de descanso. Obedecí.


Volvieron los broches. En todas las tetas. No sólo en los pezones. Imaginé cómo debía verme. Rodete tenso, en tanga morada, con broches en todas las tetas y un antifaz en los ojos. Nice. Esta imagen debe complacer a mi entrenador.


Cabeza para atrás. La garganta estirada, ofrendada. El pecho descubierto.


Empezó a latigarme las tetas. Duele lindo también. Cuando es más cerca del pecho. Cuando el látigo se acerca a los broches, duele horriblemente. Muchísimo. Grito. Eso no lo para. Gimo, chillo, pero no para. Sakura, por Dios. Sakura.


Sacó los broches del pecho izquierdo. Se paró frente a mí. Podía sentir su calor irradiando. Me pellizcó el pezón libre. Y tiró. Dolía, qué lindo que dolía... Tirate vos, para atrás. Manejá el dolor. Obedecí. Dolía maravillosamente. Pero se soltó. Cuando volvió a agarrarlo, el momento había pasado. No excitaba, sólo dolía. Sakura, por favor.


Bien.


Segunda posición.


De rodillas, brazos detrás de la nuca, piernas separadas, boca abierta.


Me quiere coger por la boca. Me va a enseñar cómo.


Es una hermosa pija, pero cuesta. No es sólo la boca. Es la garganta.


Lo intenté. Muchas veces. No podía. Es demasiada pija. Me atraganto, no puedo respirar. El tiempo pasa. Otra vez. Abro la boca, la trago, me da arcadas, me detengo. Otra vez. Abrí la boca. Abrí la garganta. Me duelen las rodillas. Mucho. Me duelen los brazos, pegados a la nuca. Otra vez.


Hablé mucho, dijo. Eso no puede seguir.


Y entonces me tentó. Me puso la pija en los labios. Un poquito. Eso siempre dan ganas. De besarla, lamerla, adorarla como a un tótem con la lengua. Abrí mucho la boca. Esto no puede ser. Tengo que poder satisfacerlo. Me metí toda la pija. Hasta la garganta. La tragaba. Podía sentirlo. Me estaba cogiendo por la boca.


Pero no por mucho tiempo.


Bien, igual. Ya vas a aprender mejor, puta.


Tercera posición.


Me tengo que abrir el culo con los brazos. Cuánto que duelen. Están resentidos desde la posición anterior, y ahora, esto. No lo aguanto.


Abrite el culo.


Abrite el culo te digo.


No puedo...


Sí podés.


No podía.


Mi entrenador estuvo benévolo. Me dejó bajar los brazos. Es muy bueno conmigo.


Me dio un vibrador. Pequeño, como una pila gorda. Vibraba divinamente. Estimulate vos, ordenó. Obedecí. Mientras me vibraban los labios, volvió la vara. No pude disfrutarlo. Soy una mala sumisa. Sakura.


La vara se fue.


Y entonces, otra vez, empezó a hacerme el culo.


Un dedo.


Dos dedos.


Qué placer...


Tres dedos.


Empecé a sentir un orgasmo avalancharse. Se acercaba, rugiendo, desde sus dedos en mi culo.


No podés acabar sin mi permiso, informó León desde la oscuridad.


Estoy cerca.


No te autorizo. No acabes. Aguantalo.


Lo tuve que aguantar. Nunca había resistido un orgasmo. Es como contraer y relajar, al mismo tiempo, todos los músculos de la concha. Es como aguantar el parto de un demonio.


Y entonces me metió un dedo en la concha. 


Era demasiado.


Rogué por su autorización. Por favor, entrenador León, estoy por acabar...


Está bien. Te lo permito.


Y todo fue un torrente. Una avalancha. Una tormenta de segundos en el túnel de mis piernas. Un orgasmo indescriptible, inmenso, un grito que desgarró la noche.






Viste, puta.


Así es como se acaba.

domingo, junio 19, 2011

Tres pijas

León tiene razón. Soy muy puta. Soy tan puta que ayer chupé tres pijas. Así es. En un mismo día, tres pijas diferentes. Divinas, todas. Duras, al palo, llenas de sangre caliente, rocosas, indestructibles. La de Gonzalo fue la primera. Me agarraba las tetas mientras yo cuidaba las papas en la sartén. Ingenuo, el hombre cachondo. Me mordía el cuello, fuerte, vampiramente. Me apoyaba con una erección incareteable, y yo con tanto aceite hirviendo cerca. Me di vuelta y me comió el cuello.  Se negaba, el tierno. Decía que no quería irse con dolor de huevos. Pobre. Como si fuera a importarme. Lo aplasté contra la pared y me arrodillé. Un poco de pija antes de comer nunca viene mal.


La segunda fue la de León. No voy a dar detalles porque merece post propio. Sólo adelantaré que me está entrenando para chuparla mucho, pero mucho mejor. Por ahora, imaginen.


La tercera fue de rebote. Un amigo cayó a las 5.30AM. Quería probarme las tetas, el manija. Uno de los que se me puso de novio cuando empezábamos a pegar onda. Y ahora quería teta. Y vino y probó teta, y tocó concha y la encontró caliente y mojada, y se puso contento y sorprendido. Y sigue de novio. Estaba muy al palo. Tan al palo que ni él se lo podía creer. Conoce este blog, el manija. Me conoce de antes y le confesé que soy Porteñita, porque él también escribe porno. Debe haberse formado una imagen de mí como gran puta talentosa. Me dio ese feeling. Le chupé la pija como León me enseñó. Tenía razón. Los vuelve locos. 


Mientras me ponía la tercera dosis poronga del día en la boca, reflexioné. 


¿No será mucho?


Nah.

sábado, junio 18, 2011

Casi lista

Me sedujo un director. Dijo que iba a venir a cenar y no vino. Me sedujo y me plantó. Ufa.


Me visitó Gonzalo, ayer y hoy. No cogimos ninguno de los dos días. Cachondeo al extremo, pete en la cocina, colmillos en el cuello, pero nada más. En un rato vuelve.


Pero yo me voy.


Hoy el León me pega.


Y me va a pegar un montón.

miércoles, junio 15, 2011

El león y la porteñita

Me pregunto si mis queridos y cachondos lectores esperan raccontos de mí. Dado que pasó un tiempito desde la última entrada, imaginarán que sucedieron cosas. La duda que tengo es si detallarles lo acontecido en estos días, como que me arreglé con Gonzalo, o que le cancelé el sábado pasado la sesión de juego a mi entrenador. ¿Los decepciono? La vida es así.


Pero hoy quiero cambiar algo. No me gusta "Bart". Le puse ese sobrenombre para que me pegue más fuerte, porque como él dijo, soy una smart-ass y me gusta provocarlo. Un poquito. Mucho no porque sino cobro demasiado. Pero un poquito sí. Pero me aburrí. No quiero que un caballero tan interesante de los tantos que sobrevuelan por mi vida tenga un sobrenombre tan pedorro en mi exquisito blog.


Así que lo voy a renombrar. It's my blog and I change it if I want to. A partir de ahora, a mi entrenador le voy a llamar León. Sé que nunca lo describí físicamente, y nunca lo voy a hacer. Pero quizás este sobrenombre les dé una imagen visual más precisa. Siempre va a ser mejor que me imaginen en tanga y tercera posición con un león azotándome que con un Simpson. Es más mejor. Más eróstico


El día de mi enojo, me hice las uñas. Me quité las cutículas por primera vez. Sangraba. No me molestaba. Incluso lo disfrutaba. Creo que es parte de mi masoquismo. Pequeños dolores autoinfligidos, sin llegar a ser secretaria, pero algo hay. Se lo conté a León. Me reprobó. Y se quedó preocupado. Así que ayer me invitó a su casa a charlar.


Soy transparente a sus ojos, dice. Sabe qué pasa por mi cabeza mientras me humilla con el collar puesto, mientras me castiga y me azota y me libera. Quiero ser castigada por no ser perfecta. Nuestros juegos por sus órdenes y mis dolores son, para mí, un viaje de búsqueda de mí misma, y de aceptación, y de amor. Amor por mí misma. 




"Nunca vas a estar con un tipo normal. Más vale que lo vayas asumiendo. Nunca vas a poder ser monogámica. No se puede ser Susanita y Porteñita al mismo tiempo."

viernes, junio 10, 2011

Fuck you

Pero la concha de Dios y la santísima trinidad de mi cajeta y tus pelotas. Esto apesta. Todo romántico y amoroso, con sonrisas transparentes y carita de cachorro, forro, pendejo, la puta que te parió infeliz, mirá cuánta mierda puedo escupir mientras me fumo un fini y me tomo un vino y me preparo para salir a romper la noche sin vos. Qué hermoso es putear así, en palabras altas y a voz callada, concentrando todo mi odio en los dedos que taladran, no golpean, las teclas con la furia de un demonio mujer que vive en mí y que despertaste. Son las etapas: la incertidumbre, la certeza, las sonrisas, el sexo, los mimos, las palabras, la distancia, las dudas, la paranoia, y la confirmación de que sos un reverendo hijo de puta que no piensa en los demás, o sea en mí, ni en las otras dos que te cogés y me refregás en la cara, pidiendo una mano, cararrota, mamerto inalterable con más levante del que puede manejar. It's like, basic, right? Tarado. Qué profundo mi desarraigo, qué frágil mi enamoramiento. A veces pienso que soy demasiado perceptiva, leyendo el lenguaje corporal, analizando sin parar con mi perfecto y desastroso cerebro las actitudes de un crío de 12 años gigante al cual ENCIMA se me ocurre prestarle atención, I mean, what's fucking wrong with me?? Es esa puta debilidad que tengo por los chicos buenos, ese fetiche por los gorditos en la frontera de lo incogible, qué desastre, meu deux.


Menos mal que mañana me fajan. 


Qué bien que me vendría igual, que me fajen ahora. Bien fuerte.


Bárbaro me vendría.

miércoles, junio 08, 2011

Viking love

Rompí la racha. Después de tres meses volví a coger. Esta vez sí. Con pija, por la concha, bien tradicional. Fue fantástico.

El sábado a la noche me visitó un vikingo. Mi roomate no estaba, así que invité a Gonzalo. Me dijo que no, que habíamos dicho mañana. ¿Con que no, eh? Dame cinco segundos. Abro el MSN y le regalo a otro todo el sexo que te perdés. Puto. Snif.

El vikingo pedaleó desde Villa Crespo hasta San Telmo con un vino en la mochila. Charla, porro, copas, besos, sexo. Resultó que hacía mucho más tiempo que él no estaba con una mujer que yo con un hombre. Y se notaba. Cómo me cogió. Cómo me lo cogí. Nos destrozamos el cuerpo. No podíamos parar. 

Es una bendición este rubio. Mi amiga Gi dice que me cogí a Thor. Tiene algo de razón. Mide 1,92m, es rubio de ojos verdes y pelo largo. Una onda tiene. Bastante.


Y una pija tan divina... un dios nórdico en sí misma. Con pendejos color cobre. Impresionante. Estoy teniendo mucha suerte con las porongas últimamente. Afrodita me extrañó y me manda regalos en forma de hombre, dándome la bienvenida una vez más.

Si no fuera por los cálculos que tenía que hacer con los forros que íbamos gastando, diría que no tengo idea de cuántos polvos nos echamos. Pero la tengo. Fueron ocho. Tres a la noche y cinco el domingo. Porque se quedó el domingo. Mi roomate volvió, tomamos mate los tres, se volvió a ir y me volví a llevar a la cama al dios del trueno. 

Sonó el celular. No atendí. Sabía que era Gonzalo. Había dicho que iba a venir. 

Sos insasiable, dijo. Cogés muy bien, dijo también. Me reí. Como si no lo supiera. 

Fue una maratón. Sin repetir y sin soplar, posiciones del kamasutra, ya. No te digo las aeróbicas, pero las clásicas, las pasamos todas. Menos el 69. Que a mí mucho no me divierte. Pero el resto, todas. Me gustó mucho montarlo. Tiene la angulación peneana exacta. Frota el punto G sin parar. Me vuelvo loca ahí arriba.

Vuelve a sonar el teléfono. Atiendo. Es Gonzalo. Estoy con un amigo, tomando mate. Venite más tarde. Sigo cogiendo.

Además, no sólo se le paraba. Se le paraba rápido y durísima, casi sin esfuerzo. Es el paraíso. Tanta pija a media asta he tenido que remontar... Y me vuelvo a encontrar con un semental. Qué buena noticia.

Le bajé a abrir. Sería lindo repetirlo, pero no te voy a llamar, corazón. Llamame vos, le dije. Vemos, respondió. Veremos pues.

Subo de nuevo. Estoy sola, recién cogida, de muy buen humor. Me armo un porro y sigo tomando mate. Chequeo la compu, boludeo, escribo un rato.

Suena el celular. Es Gonzalo. Está abajo.

Y yo ni me bañé.

martes, junio 07, 2011

Invitado especial

Mis amantes me disfrutan de muchas maneras, pero los hay privilegiados. No todos saben de este blog, ni que escribo nuestras aventuras de sábanas. Pero algunos, más afortunados, lo conocen y lo siguen, y se excitan leyéndome, no sólo cogiéndome.


My Lord (¿me permitirá decirle así? ¿me castigará por el atrevimiento?) is pleased with my writting. Y me ha honrado escribiendo para este blog, como entrada especial. No es la primera vez que un amante escribe para El Túnel de mis Piernas, pero, técnicamente, Bart no es mi amante.


Imagino que les interesa saber qué opina él de llenarme el culo de moretones. Les dejo entonces con sus palabras. Disfrútenlas.


Hola. Soy el (casi) cuarentón que ha sido desgraciadamente bautizado con el seudónimo de “Bart” por la veinteañera autora de este blog. A pesar de lo ignominioso del epíteto, acepto utilizarlo para este (y quizás subsiguientes) textos a ser publicados aquí. Y es que esta seudo victoria de la puta (más sobre ese nombre en los párrafos siguientes) le costará. Y cuando digo “le costará”, sé que un cosquilleo le recorré la concha. Así que todos ganamos.

Qué extraño el juego en el que todos ganan, y nadie compite. El BDSM es un juego así: ganancia pura.

La sumisa, una vez entregado el poder simbólico inicial a su dominante, descansa de toda decisión. En efecto, se ve objetificada; pierde su nombre. El apelativo con el que se la va a llamar cobra entonces suma importancia. Debe ser una palabra que pueda entonarse de formas diferentes, con diferentes significados, pero que contenga la idea subyacente del sometimiento.

En el primer encuentro le dije que debíamos ponerle ese nombre, y que ella debía sugerirme algunos hasta encontrar el que me pareciera mejor.

En el segundo encuentro la puta todavía no había pensado un apelativo, y frente a la amenaza del castigo fingió conmoverse, pero no ofreció ninguna propuesta.

Es así que en este acto la nombro puta. ¿Por qué “puta”, una palabra tan común, tan usada? Algunas razones tengo, no todo es capricho.

Primero, “puta” puede ser dicho de muchas formas: amorosamente, con violencia, con furia, con desprecio, con orgullo… un gran rango para una sola palabra.
Segundo, debo admitir que soy un hombre de gustos más bien básicos, y “puta” is as basic as you can get.
Tercero, y lo más importante: la puta en cuestión, la puta que escribe este blog, se arrepiente de su pasado de puta. Le da vergüenza. Siente que perdió cosas por ser puta. Y yo creo que es mi deber, honestamente, que aprenda que también ganó cosas por ser puta. Y que puede ganar más si acepta que es puta por naturaleza en vez de huir de eso.



Porque la sumisión no es sólo a otro: también tiene que ver con la sumisión a lo que uno es; con aceptarse; con amarse lo suficiente como para perdonarse.


En el BDSM nos encontramos con la aceptación de los impulsos que muchos sentimos, y que en la vida diaria nuestro cuerpo ético no nos permitiría ni siquiera considerar. Pero en el juego de la dominación y la sumisión podemos permitirnos ludizar/sexualizar esos impulsos y convertirlos de algo que nos haga mal en algo que nos enriquezca. Ejercer poder, castigar, causar dolor e incomodidad, por un lado y disfrutar de la humillación, del sometimiento, del dolor y la incomodidad, por el otro, se convierten en cuestiones posibles, no en algo a ser rechazado.

Por eso será “puta” esta puta.

Condiciones de buena sumisa no le faltan, eso es real. Tiene la necesidad de complacer que es imprescindible. Es sólo a través de aceptar esa necesidad que tiene de complacer que va a encontrar la liberación.

Que son esas lágrimas que la puta menciona en su post “Que duela”. No son lágrimas de dolor, ni de humillación, ni de vergüenza. Son la única respuesta que tiene el cuerpo para una sensación nueva y diferente que es el espacio al que el sumiso se transporta mientras dura el juego.

Porque es un juego todo, claro. Comienza cuando lo quiere la sumisa, y puede terminar en el instante en el que lo quiera la sumisa. Ese es el gran, liberador, secreto: el poder simbólico lo tengo yo, con mis palabras y mis varillas de madera y mis látigos y rebenques; pero el poder real lo tiene ella, que con una palabra me detiene.

Una palabra, “sakura”, que tuve la satisfacción de oírla decir dos veces en nuestro último encuentro. Es una satisfacción porque quiere decir que estamos tocando un límite y que, al mismo tiempo, ella es lo suficiente consciente como para parar cuando quiere parar.

No es ninguna idiota, esta puta que me agencié. Para nada. Aunque se equivoque con respecto a la cantidad de culos que he hecho en mi vida, siendo un cuarentón casi.

Sí, es pilla. También es una smart-ass, y va a aprender a no serlo conmigo. Me parece que ambos disfrutaremos de ese proceso de aprendizaje.

Ah, y de veras que tiene un hermoso ano.

lunes, junio 06, 2011

Que duela

El segundo encuentro había quedado entre paréntesis. Parece que Bart anda extrañando un amor, pero la señorita no está del todo segura. Así que el martes pasado recibí la confirmación. El jueves a las 23hs volvíamos a jugar.


Quería hacer las cosas bien, muy bien, mejor incluso de lo que esperaba de mí. Me depilé hasta el apellido materno (dejando un triangulito negro como evidencia). Me empilché un conjunto Playboy de tanga y corset rosa y negro, a estrenar. Incluso me pinté las uñas de color rosa catinga, para que hagan juego. Medias negras, botas rosas y toqué el timbre.


El vínculo es indescriptible. Mezcla rara de amigos con senpai y marihuana. Me esperaba con un vino esta vez. La marihuana la aporto yo. Y el culo también. Él aporta las órdenes y la pija.


Aprendí mucho el jueves pasado.


Primero me puso una cadena de bici, de esas forradas con un tubo de plástico, al rededor del cuello. Es un símbolo. Mientras la tenga puesta, dejo de ser mi nombre. Los sumisos usan collares de cuero, pero yo no soy sumisa aún. No me lo merezco.


En corset rosa, medias tres cuartos y tanga, comenzó la sesión.


Primero me tiene que castigar.
Hice algo mal.
¿Qué hice mal?...
Quería hacer todo bien...
El jueves pasado, después de que me fui
encontró un tampón en el baño.


SNAP!


Y ahora, además de contar los golpes
tenés que decir gracias.


Me lo merezco.
Cada golpe.
Cometí un terrible error.
Así que los diez golpes dobles,
fuertes,
los agradecí.




Duele menos. Duele igual. Duele tanto como puede doler.
Me equivoqué con el tampón. Me lo merezco.
Que duela.


Date vuelta.
Te voy a enseñar unas posiciones.
Tenés que aprender a pasar de una a otra de forma rápida y que me complazca.
Sin hacer ruido.


La primera posición es de descanso.
De pie, pies juntos, brazos atrás, manos tomándose los codos.
Mirada al frente.
Me cuesta mirar al frente.
Golpe.
Miro al frente.
No me mires a los ojos.
Golpe.
Miro al frente, a la nada, al horizonte infinito de la pared de enfrente.
Tengo frío.


En la siguiente posición me ofrecés tu boca.
De rodillas, piernas separadas.
Manos detrás de la nuca.
Y la boca abierta.
Más abierta.
Más.
Golpe.
Eso.
Y las piernas separadas
son para que pueda hacer esto.


Y me acarició la concha sobre la tanga.
El cuerpo entero me tembló.


La tercera posición es de espaldas.
Cara contra el piso, culo levantado.
Las manos abriéndote el culo.


Recuerdo la postura que la depiladora indica para hacerte la tira de cola.
Me río.
¿De qué te reís?
Golpe.


La tercera posición es la más humillante.
La cara se aplasta contra el piso.
El culo se expone abiertamente.
El collar pesa y ahoga.


Repasamos las tres posiciones. Y sus transiciones.
Me sale mal. O poco sexy, o muy lento, o hago ruido con las rodillas al caer.
Me clavo en la segunda posición.
Quiere chequear algo.
A ver si puedo tragarme la pija entera.
La pija! Finalmente.
Me sentí honrada siquiera de poder verla.
La sumisión hace milagros...


Pero eso no es una pija.
Es una anaconda attacheada a la entrepierna de mi domador.
Es demasiado gorda.
Con razón re obsesiona el sexo anal, lindo...
Poco culos habrás hecho. Incluso siendo casi un cuarentón.


Pero todo esto son pensamientos tímidos que susurran en mi cerebro.
Si tengo la cadena puesta, soy un ser mínimo. Me pierdo entre el miedo y la timidez, refugiándome en las órdenes y el dolor, única realidad. Me ausento de mí misma. O me hundo en mi propia piel.


Hay algo de mí que no conozco y que aparece cuando Bart me domina.
Tantos otros me han pegado golpes mucho más duros que los suyos, sin levantarme una mano. Golpes al orgullo o al corazón, al sentido común, a las esperanzas.
Quizá sea sentir la violencia de un hombre lo que me atrae. Su explicitud. Su inequívoca intención.


Me quiso coger. Lo intentó.
Estuvo laburándome el orto mucho tiempo, en tercera posición.
Se tentó, admitió después.
Su idea no era cogerme hoy.
Pero tengo un hermoso ano, según sus propias palabras.
Me halaga.
Pero no me coge.


No porque no quiera.


Porque no entra.


Es too much gorda.


Y mirá que relajo y relajo...


...y que él aflojó y laburó...


...pero no entra.




Terminé la sesión en lágrimas.
Nunca lloro. No sé por qué lloraba.
Lloraba para poder hacer algo,
para sacar algo.
Lloraba y me liberaba.






Estas sesiones están haciendo más por mí que varios años de análisis.

jueves, junio 02, 2011

La difícil

Tengo bichito nuevo. Se llama Gonzalo, ponele. Se me antoja. Lo veo mucho porque es amigo de mi roomate. Es gordito y con cara de bueno. Tiene una mirada de miel que me endulza el corazón. Es histeriquito también. Y yo estoy jugando a la difícil. Yo, difícil! ¿Se la imaginan? A ver si siendo menos puta las cosas salen distinto. Capaz terminan saliendo igual. Se me acuesta al lado y no hace nada, el amorsis timidón. Una noche dormimos así, en una cama de una plaza. Y no sapó niente. Al día siguiente me contó que dormida giré y lo tiré al piso. Ups. Sori.
El sábado se volvió a quedar. Esta vez fue la cama grande. No hacía nada. Otra vez. Acostados, te miro, te reís, me mirás, me río yo, cierro los ojos, tenés sueño? No. Yo tampoco... No te duermas. No te duermas. Y se durmió. Y lo desperté con un beso y se rió. Te dije que no te duermas.
Y nos comimos la boca el sábado, durante horas y horas. Esos chapes fuertes y cariñosos, besos oxímoron, pasión tímida. Sin ropa no paramos más. No me la saques. Me sale la difícil! Es fabuloso no coger, y simplemente disfrutar el placer que produce todo lo demás. Los mimos me hacen sonreir y exhalar. No gimas así, es demasiado. Te encontré un punto débil. Primer chape y ya te empecé a mapear. El cuello te vuelve loco. Hija de puta, me dice, y me salta encima de nuevo y me aprieta las muñecas y me destroza la boca. Me encanta. Me re divertí. Quiero más.




Pero esta noche, no.


Esta noche me fajan.