Cuánta auto exigencia, mujer. Borrar, cambiar, seguir, mejorar, a dónde va todo esto? En un tren hacia los 25, ya estás grande y sos pendeja, irresponsable e inteligente, un talento desperdiciado en tardes de Cuevana y novios ajenos. Fumando y comiendo y bebiendo irresponsablemente, y soñando con conducir - literalmente, sueño mucho que manejo.
De todo lo que tiene esta crisis, lo peor es no poder escribir. Tengo standars de calidad que cumplir, post adorables y cachondos que decorar... bullshit. Todo lo que tengo es un montón de tiempo vacío feeling sorry for myself y cuidando plantas de marihuana. La vida no es como te imaginabas, por más que no te hubieras imaginado nada en particular. Las verdades se desmoronan, querida, qué estás buscando? ¿Respuestas? Si te enamorás de lo bien que cogen, vos. ¿Control? ¿De qué? ¿De las consecuencias? Forget it, mami. No leas lo que escribiste, no corrijas, sólo seguí tipeando. Las cosas pueden ser mucho más sencillas.
Y pensar que saliste del Buenos Aires... Me reencontré por Facebook con un viejo maestro de la primaria, sorprendido por la institución de educación secundaria a la que asistí. ¿Será todo su culpa? ¿La del Colegio, con mayúscula sin más? Esa exigencia que hicieron germinar y crecer dentro tuyo, desde que tenías 12 años, te llamaban "aspirante a alumna" y no te dejaban pisar la alfombra roja de las imponentes escaleras de mármol. Blame it on the institution, I say. Total.
Buscando una forma de estar mejor, sin máximas, ni fórmulas. Las fórmulas no funcionan. Pero no es desesperante, es liberador. No hay un código correcto, dejá de buscar por lo que está bien y lo que está mal. No es para tanto. Nada es para tanto.