sábado, julio 04, 2009

Mariposa Pontiac

Sabíamos que las presentaciones formales y los modales sociales nos sobraban, pero decidimos guardar las formas durante alguna hora para aparentar normalidad. Un poco de careta propia y ajena dibujada en los pocos rostros que nos acompañaban en el bar me divertía y anticipaba una noche de miércoles memorable. Reconociste el verde en mis ojos sin antifaz y te alegró la buena noticia. Yo me encargaba de tragar cerveza sin haber cenado; había que apalear esos dos litros cuanto antes porque la calentura me arañaba la ansiedad y me secaba la garganta. Cumpliendo con tu papel me acompañabas empinando el codo y robándome algún beso incontenible. Besabas bien y quise irme de ahí.

Decidí hacerte especial para mí, llevándote donde no había ido nunca. Me antojabas y quería saciarme, disfrutarte y abandonarte, sin intenciones de volverte a ver.

Pero cuando entramos a la habitación la rueda del deseo comenzó a girar a 200km por hora...




Tenías que bañarte y sin tiempo para detenerte me arrojaste sobre la cama, como una muestra gratis y breve de tus intenciones. Sin resistencia volviste a levantarte de mi cuerpo vestido para desnudar el tuyo y abrir la canilla de agua caliente. Yo tenía cosas más importantes que hacer, así que saqué de las profundidades de mi cartera mi latita de caramelos ingleses que guarda felicidad en hebras verdes. Yo fumaba, vos te desvestías, y la ducha sudaba vapor. Acerqué el porro a tus labios desnudos y fumaste de mis manos como una paloma confianzuda y desprotegida. Tu erección brillaba, luminosa entre nosotros, hasta que te dirigiste al vapor que inundaba la habitación. Me dediqué a contemplar tu cuerpo forjado por un maestro del buen gusto mientras el humo dulce y el vapor entraban a mis pulmones. Te observé disfrutar del agua hirviendo que golpeaba contra tus hombros, tu cabeza y tu sexo aún y por siempre erecto. ¿Puedo acompañarte? Claro que sí, permitiste. Dos segundos después me tenías desnuda y fumada en la puerta de la ducha. Ansioso, desesperado, no soportaste la visión impólumne, y te arrodillaste bajo la cascada hirviente para devorar mi sexo.

Fue el mejor comienzo que podías darme.


Porque entonces mis rodillas se doblaron, mi boca dejó escapar un aullido y mi mano derecha te sacudió el pelo, empapado, mientras la izquierda sostenía aún la droga. Con el centímetro de conciencia que me quedaba atiné a colocar el cigarrillo sobre una columna, y me desplomé dentro de la ducha. El agua quemaba, hervía, y el vapor sofocaba mientras me dominabas bajo la catarata ardiente. Te arrinconé contra la pared para devolverte todo lo que me habías dado: ahora yo era la arrodillada, la que recibía en su espalda los latigazos del agua hirviendo y la que se devoraba tu sexo. Ingenua, creía que ya estabas jugado. Pero tu devoción a mi clítoris era mayor de la que jamás hubiera soñado. Nuevamente me obligaste a entregártelo, a levantarme arrinconarme y abrir las piernas para que volvieras a tu lugar favorito en el mundo. Nunca había estado con un hombre que goce tanto de realizar sexo oral. Nunca me hizo tan feliz.


Salir de la ducha fue entrar a una habitación fría e indiferente. El vapor me había acostumbrado el cuerpo a su temperatura infernal, y volver a la Tierra me trajo piel de gallina, tiriteos y temblores. Nos secamos y me metí como pude en la cama, intentando cubrirme, temblando de frío como una enferma febril por tu culpa y tu talento de volverme un cuerpo a tu disposición.


"No te secaste bien", observé tiritanto, a la par que tu cabeza volvía a dirigirse, golosa, a mi entrepierna. "¿Importa?" respondiste pícaro, goloso, inteligente. Y volviste a pasear tu lengua por los rincones de mi sexo hinchado, degustando cada milímetro. Nunca había sentido tanto frío y tanto calor juntos. Mi piel se erizó como un cactus de seda blanca y parí un aullido profundo con cada orgasmo. Retomé la marihuana y vos seguías sumergido; feliz, cumplí el sueño de fumar y ser fumada a la vez.


El cielo brillaba oscuro bajo la luna menguante, pero nosotros nos rompimos en una tormenta de piel. Te devoré y me devoraste sin pausas y sin cortes, desatados de todo mundo exterior, concentrados únicamente en generar y recibir placer, en disfrutarnos y gozarnos hasta la última gota. Sé que te gustó tanto como a mí. Tu cara se desfiguraba bajo mis besos y mordiscos, tu cuerpo se movía completamente ajeno a tu voluntad. No podías controlarlo, no a todo. No había pensamientos ni raciocinio; sólo impulsos, deseos, sexo violento, ardiente y longevo. Perdí la cuenta de las horas que pasamos en esa habitación, cogiendo como si nada más importase, como si el mundo se terminara mañana. Años han pasado desde la última vez que un hombre llegó a tu mérito. Había olvidado lo perfecto que, a veces, puede ser el sexo. Es fusión, sincronización absoluta entre dos cuerpos y dos voluntades; entre dos genitales, cuatro manos, cuatro piernas, veinte dedos. El antiguo y abandonado orgasmo entero volvió a inundarme el cuerpo gracias a vos. Por primera vez en mucho tiempo no cogí, sino que fui cogida. Me cogieron. Me cogiste. Y me encantó.





Llegué a esa cita sin intenciones de repetirla.
Pero ahora no puedo esperar para que llegue el día de la próxima.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

al fin!!! volvio como antes!!

♥ღ .•° ~ Laurita ~ ☻•.ღ ♥ dijo...

guauuuuuuuuu

la cancion perfecta para el momento perfecto

aplaugo los multiples orgasmos q lindos q son

code breaker dijo...

Visión impólumne?.

Jack dijo...

urge la segunda parte...queremos mas!!!

Exekiel dijo...

"Fumar y ser fumada a la vez..."
Sublime...

Un abrazo

Jackie Silva dijo...

Hola
Excelente tu blog, muy bueno, te felicito. Te animo seguir adelante.
Me encantaría contar con tu blog en un directorio que poseo.
Si lo deseas no dudes en escribirme a jackiesj0801@hotmail.com
Te deseo mucho éxito con tu blog.
Un saludo y un beso
Jackie

jack dijo...

hubo segunda parte?

Unknown dijo...

Que encuentro tan intenso!!!
Que lindo es tener sexo fumados...
Seguiré Leyéndote un poquito