Todo lo que pasó fue intenso hasta el final. Ser abismalmente sincera, cuidando las palabras, requiere que una suelte las amarras de la vergüenza y el miedo para dejarse llevar por la corriente de la conversación hasta lugares desconocidos.
Sin embargo, no hubo destinos sorpresa. Llegué exactamente a donde ya sabía que llegaría. Obtuve las respuestas que creía iba a obtener. Un NO grande, sólido e impenetrable, gentil también, pero definitivo. Seguí argumentando aunque sabía que no había forma de hacerlo cambiar de opinión. Incluso me di el lujo de lamentar en voz alta el peso tan grande que me significa quererte. Nada iba a cambiar ya. El río de sinceridad corría adentro mío y decidí tirar por la borda todo aquello que ya no tenía sentido seguir guardándome.
El sábado pasado me hiciste feliz. Hoy te arrepentís de haberlo probado, de haber querido comprobar aquello que ya sabías que no existe. Te lamentás no por el hecho, sino por sus consecuencias. Yo no me lamento. Me hizo muy feliz poder tenerte finalmente en mis brazos esas horas. Me regalaste una tarde de alegría que podré atesorar en la memoria. Un puñado de horas en las que podía tocarte sin excusas, acariciar tu piel deseada, conocer tus lunares secretos. Pude besarte cómo, dónde y cuanto yo quisiera, sin temor a tu rechazo, durante un instante de mi existencia. Seguir viviendo sin eso me hubiera sido mucho más insoportable. No haber conocido nunca el sabor de tu transpiración, el peso de tu cuerpo sobre mi cuerpo, me habría condenado a seguir amándote en silencio para siempre.
Hoy te lo dije todo, incluso cosas que no sabía yo misma. Y pude ser así de sincera porque creo que por debajo de lo que yo siento y vos no sentís, los dos sentimos lo mismo. Mi querer es tanto más que romántico, es histórico. Sé muy bien lo importante que soy para vos, igual de importante que sos para mí, por debajo de mi amor. Siempre supe que sobreviviríamos a mi ruptura de corazón. Sobrevivimos a la tuya durante la adolescencia, este sólo era el siguiente paso lógico del karma.
Por otro lado, el corazón ya está curtido en cicatrices. Otra más no será tan difícil de volver a cerrar. Mi corazón ya no se ilusiona con ser feliz. Cada vez que se compromete en mi vida lo hace esperando salir lastimado de la aventura. Así que por eso no te preocupes.
Y además, gracias a vos, hoy vuelvo a escribir. Vuelvo a sentir la necesidad de ser Porteñita, de vestirme en sus letras y volver a donde pertenece: este Túnel de mis Piernas que tantas veces se ha abierto a hombres que valen más y menos que vos, pero que no vos no elegiste ser. Este Túnel que habría sido sólo tuyo con tan sólo una palabra de tu parte, vuelve a abrirse públicamente, a publicar, gracias a vos.
Quizás tu NO era el golpe que necesitaba para volver a escribir. Pasar la página, parar la pelota y mirar la cancha. No me siento muy diferente a las primeras entradas que escribí en este blog, allá por el 2007. Tres años sumé de vida, de experiencias y compañeros de cama (de esos sumé bastantes). He cambiado mucho en tres años, pero sigo siendo la misma. ¿Es acaso posible cambiar sin seguir siendo uno mismo?
Hoy siento la necesidad de volver a ser Porteñita. Eso te lo debo a vos, lindo.
Gracias por romperme el corazón.
4 comentarios:
mira!!! volvio este blog!!! me acuerdo de sus aventuras
@bmlp: Qué bueno que todavía te acuerdes... gracias por volver, querido, pensé que ya nadie pasaría por acá.
catarsis.
dolorosa y necesaria.
pero... qué bueno leerte de nuevo!
@Florencio: Catársis escrita, catársis al fin. Qué bueno que vuelvas a leerme!
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