viernes, mayo 29, 2009
El legendario
Sueño que posteo un sueño donde posteo y te encuentro en las escaleras de Escher que me mostraste por vez primera, con un sombrero de copa y yo uno de hongo bajás y yo subo te encuentro en el centro y cambiamos los dos al unísono de silencios entre estrofas. Sueño que soy rubia y los aros de plata que cuelgan de mis lóbulos te encandilan el reencuentro que quisiera y que será. Ojos almendra y saco gastado verde, siempre igual a vos, me leés y yo te sigo, te fusiono y te obligo a memorar porque el pasado hoy es presente en mi sueño laberíntico y caliente, donde tu guitarra inunda la noche del Barrio Gótico y corro hasta encontrarte tocando en las escalinatas de la catedral, Barcelona se pinta de espejo reflejando tus estrellas pentagramadas en las seis cuerdas que sueño vuelvo a oirte tocar. Sueño signos de pregunta que te envuelven y me desgarran por no saber quitarlos fuera de nosotros que no existimos aunque camino con Bob Gadling a mi lado por nublados adoquines de Morfeo, donde hoy vive yo respiro y tengo frío porque en el recuerdo aún te quiero. Yo no sé si soy Teresa y vos Tomás pero la insoportable levedad me eleva cuando pienso que no te espero y que no está. Los meses y los años deshojan astromelias de tu ausencia y mi insistencia en no olvidarte. En quererte y recordarte porque sin saberlo aún me inspiras. Me enriedo en mi propia tela de araña celosa que te sabe con otra y te desea. Los amores pasan y tu leyenda vive. Siempre serás mío, Rey del Peloponeso. Siempre tendré tu sueño.
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Porteñita Secreta
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miércoles, mayo 27, 2009
Do I move you?
Mirás la hora. 00:16hs. Casi perfecto, sólo 16 minutos tarde, tiempo más que aceptable. Te mirás en el portero eléctrico y te acomodás el pelo. Un poco desprolijo, así, bien. Cool. Tocás el 9no "C". Esperás. Una voz de cobre responde ¿Quién es? -Yo, Marcelo... Esperás. kjjjjjjjjjjjj. La chichara te invita a pasar. Cruzás miradas con el portero, que te mide entre vigilante y pícaro. Buenas noches -Buenas noches. Subís al ascensor, y apretás el 9.
Te mirás de nuevo. El saco negro, pesado, te da calor. Te lo desabrochás y te sacás la bufanda. Te acomodás de nuevo el pelo. La botella de vino que tenés en la mano dificulta los arreglos coquetos de último momento. Y el ascensor se frena.
Salís al pasillo desconocido. ¿Derecha o izquierda? Izquierda. La puerta del fondo tiene algo que te llama la atención. Caminás y enfocás la vista. Es una hoja de cuaderno, arrancada, con el borde despelachado, apurado. Escrito en birome negra cursiva, se lee Entrá, sentate y relajate. Intrigado, obdecés. Está abierto.
Es la primera vez que vas a su departamento. No sabés muy bien qué pensar. Está oscuro, pero una luz azul tenue decora el ambiente. Avanzás por el pasillo que da al livin. Dejás el abrigo y la bufanda sobre un perchero, y la botella sobre una mesa de roble. Mirás a tu al rededor y encontrás tu destino. Un hermoso sillón negro, de cuero, una plaza, te espera. A su lado, una mesita ratona te convida una copa de vino, y un porro sin prender. Te sonreís y te preguntarás dónde está. Te sentás. Y te relajás. El sillón es genial.
Le das unos besos a la copa. Muy rico vino, fuerte, travieso. Tenés tu fiel Zippo en el bolsillo. ¿Por qué no?... Prendés el porro... una delicia. Sabe a cosecha casera, de armario, de manos femeninas, jardineras y fumonas que cuidan a sus plantitas como hijas. Exhalás. Sonreís.
Y le das play.
La música viene de otra habitación.
Sonreís.
Estás en sus manos.
Entendés el juego.
Te quedás donde estás, tranquilo.
Dándole otra pitada, tomando algo de vino.
Y aparece ella.
Saco de hombre y corbata, camisa blanca, sombrero de copa y minifalda negra.
Sus finas piernas terminan en los zapatos más exquisitos del fetiche.
Gacela, se extiende sobre el borde de la puerta.
Espera que la mires.
La mirás.
Y tomás otro trago de vino, flechándole la mirada
por encima de la copa.
Ella se acerca.
Vos te excitás.
Esto recién comienza,
y lo sabés...
Desfila ante tus ojos, meneando el ritmo.
Su cadera parece un pentagrama.
Te da la espalda, y comienza
a mover el culo.
Sus manos recorrer el cuello del saco,
seduciéndolo,
acariciándolo,
tirándolo.
La camisa transparenta
el corpiño negro,
y ella sigue bailando.
Gira para verte.
Tu clavada sonrisa no la intimida;
excitarte es algo serio.
Y mientras menea el culo,
te clava los ojos.
Te está midiendo, ¿sabés?
Quiere ver si estás a la altura
de las circunstancias.
Le sostenés la mirada,
mostrándole los dientes,
mientras le das otra pitada al porro que ya te tiene tan loco
como ella.
Y comienza a desabrocharse los botones.
De abajo hacia arriba.
Y sentís cómo tu sexo se endurece
engorda, fortalece,
sin fatiga.
Su ombligo brilla con una estrella
como piercing.
Su cintura, diminuta,
curva como la autopista más peligrosa
del deseo.
La camisa cae
al piso,
y ella se acerca más.
No te pongas nervioso, lindo.
Todo menos ponerte nervioso.
Disfrutala.
Mirala.
Mirá qué lindo como la corbata de seda descansa
entre sus tetas.
Mirá cómo gira para que aprecies la lencería
bajo la diminuta minifalda,
sobre el culo más perfecto
de Palermo.
Las piernas separadas,
los brazos en alto,
y el sombrero de copa que la corona
reina de la erótica porteña.
Y empieza,
con paciencia,
a bajar el cierre de
la minifalda.
Difícilmente puedas seguir conteniéndote...
Pero ella lo sabe.
No te mira
pero lo sabe.
Sabe que toda tu atención
está nublada por el esfuerzo
de mantenerte quieto,
de no saltarle en cima,
de no arrancarle el sombrero
y destrozarla con tus besos.
Por eso se aleja
un poquito,
y se agacha,
regalándote la postal
de un culo celestial,
mientras desespera,
provoca
y espera.
Primero un pie,
después el zapato,
y gira one more time
para mirarte.
Desnudez decorada
con detalles de lencería,
un sombrero de copa
que ilumina
el rayo negro
de la corbata.
Que la agarra,
se la agarra,
se ahorca,
se la saca,
se inclina,
y te la ata.
Te paraliza,
te endurece,
monopoliza
tu dureza,
tu control
y tu entereza.
Dueña de vos,
reina de tu sexo,
diosa bailarina,
modelo de vitrina,
te controla,
hechiza,
somete
y te obliga.
Presa inocente,
víctima captura,
te abandonás
a sus órdenes,
embrujado,
perdido,
enamorado.
Una masa
de deseo
con forma de hombre.
Una presa
inocente,
excitada
y doliente,
que compadece
a tu Reina
y finalmente
te besa.
Te mirás de nuevo. El saco negro, pesado, te da calor. Te lo desabrochás y te sacás la bufanda. Te acomodás de nuevo el pelo. La botella de vino que tenés en la mano dificulta los arreglos coquetos de último momento. Y el ascensor se frena.
Salís al pasillo desconocido. ¿Derecha o izquierda? Izquierda. La puerta del fondo tiene algo que te llama la atención. Caminás y enfocás la vista. Es una hoja de cuaderno, arrancada, con el borde despelachado, apurado. Escrito en birome negra cursiva, se lee Entrá, sentate y relajate. Intrigado, obdecés. Está abierto.
Es la primera vez que vas a su departamento. No sabés muy bien qué pensar. Está oscuro, pero una luz azul tenue decora el ambiente. Avanzás por el pasillo que da al livin. Dejás el abrigo y la bufanda sobre un perchero, y la botella sobre una mesa de roble. Mirás a tu al rededor y encontrás tu destino. Un hermoso sillón negro, de cuero, una plaza, te espera. A su lado, una mesita ratona te convida una copa de vino, y un porro sin prender. Te sonreís y te preguntarás dónde está. Te sentás. Y te relajás. El sillón es genial.
Le das unos besos a la copa. Muy rico vino, fuerte, travieso. Tenés tu fiel Zippo en el bolsillo. ¿Por qué no?... Prendés el porro... una delicia. Sabe a cosecha casera, de armario, de manos femeninas, jardineras y fumonas que cuidan a sus plantitas como hijas. Exhalás. Sonreís.
Y le das play.
La música viene de otra habitación.
Sonreís.
Estás en sus manos.
Entendés el juego.
Te quedás donde estás, tranquilo.
Dándole otra pitada, tomando algo de vino.
Y aparece ella.
Saco de hombre y corbata, camisa blanca, sombrero de copa y minifalda negra.
Sus finas piernas terminan en los zapatos más exquisitos del fetiche.
Gacela, se extiende sobre el borde de la puerta.
Espera que la mires.
La mirás.
Y tomás otro trago de vino, flechándole la mirada
por encima de la copa.
Ella se acerca.
Vos te excitás.
Esto recién comienza,
y lo sabés...
Desfila ante tus ojos, meneando el ritmo.
Su cadera parece un pentagrama.
Te da la espalda, y comienza
a mover el culo.
Sus manos recorrer el cuello del saco,
seduciéndolo,
acariciándolo,
tirándolo.
La camisa transparenta
el corpiño negro,
y ella sigue bailando.
Gira para verte.
Tu clavada sonrisa no la intimida;
excitarte es algo serio.
Y mientras menea el culo,
te clava los ojos.
Te está midiendo, ¿sabés?
Quiere ver si estás a la altura
de las circunstancias.
Le sostenés la mirada,
mostrándole los dientes,
mientras le das otra pitada al porro que ya te tiene tan loco
como ella.
Y comienza a desabrocharse los botones.
De abajo hacia arriba.
Y sentís cómo tu sexo se endurece
engorda, fortalece,
sin fatiga.
Su ombligo brilla con una estrella
como piercing.
Su cintura, diminuta,
curva como la autopista más peligrosa
del deseo.
La camisa cae
al piso,
y ella se acerca más.
No te pongas nervioso, lindo.
Todo menos ponerte nervioso.
Disfrutala.
Mirala.
Mirá qué lindo como la corbata de seda descansa
entre sus tetas.
Mirá cómo gira para que aprecies la lencería
bajo la diminuta minifalda,
sobre el culo más perfecto
de Palermo.
Las piernas separadas,
los brazos en alto,
y el sombrero de copa que la corona
reina de la erótica porteña.
Y empieza,
con paciencia,
a bajar el cierre de
la minifalda.
Difícilmente puedas seguir conteniéndote...
Pero ella lo sabe.
No te mira
pero lo sabe.
Sabe que toda tu atención
está nublada por el esfuerzo
de mantenerte quieto,
de no saltarle en cima,
de no arrancarle el sombrero
y destrozarla con tus besos.
Por eso se aleja
un poquito,
y se agacha,
regalándote la postal
de un culo celestial,
mientras desespera,
provoca
y espera.
Primero un pie,
después el zapato,
y gira one more time
para mirarte.
Desnudez decorada
con detalles de lencería,
un sombrero de copa
que ilumina
el rayo negro
de la corbata.
Que la agarra,
se la agarra,
se ahorca,
se la saca,
se inclina,
y te la ata.
Te paraliza,
te endurece,
monopoliza
tu dureza,
tu control
y tu entereza.
Dueña de vos,
reina de tu sexo,
diosa bailarina,
modelo de vitrina,
te controla,
hechiza,
somete
y te obliga.
Presa inocente,
víctima captura,
te abandonás
a sus órdenes,
embrujado,
perdido,
enamorado.
Una masa
de deseo
con forma de hombre.
Una presa
inocente,
excitada
y doliente,
que compadece
a tu Reina
y finalmente
te besa.
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martes, mayo 26, 2009
Mimosa
Pobrecita mi amor... ¿estás mimosa y solita? Peeero nena!!... Una no puede costearse la soledad a esta edad... sí, ya sé que los chongos están caprichosos últimamente. Que son esquivos e inoperantes cuando quieren... pero va más allá de eso. Vos y yo lo sabemos, bombona. No te hace falta solamente una linda sacundida, una buena sesión de sexo salvaje con artefactos de cuero y orgasmos al por mayor. A vos lo que te falta, divina, son unos lindos mimos. Un poco de cariño en este desamoroso presente que nos toca vivir.
Vení, vení. Acercate. Dame un abrazo. Eeeso, ahí va... ¿mejor? ¿Un poquito? Sí, un poquito... ¿sabés, linda? No tiene sentido que te pongas así... o sea, sí lo tiene. ¿A quién no le ha pasado? Hoy en día es difícil encontrar el amor. Pero todas nos merecemos un poquito de amor, incluso las solteras. Sí, sí, sé que es difícil encontrarlo... pero bombona, cuando estés así... shhh cuchame... cuando estés así, triste, solita... necesitada de una migaja de amor... me llamás, ¿sí? Si sabés que hago cualquier cosa por vos...
En serio tontita... no te me hagas la tímida. Puedo hacer esto, ¿ves? Vení, apoyate en mi hombro... eso, tranqui... dejame acariciarte la mejilla y la oreja. Tenés un perfume tan rico, dulce y fresco a la vez. Me vicia la suavidad de tu piel... ¿te gusta? ¿Sí? ¿Un poquito, divina? Viste, te dije... los chongos serán mejores para el sexo porque tienen poronga, pero nosotras somos mejores para los mimos, ¿no?...
Vení, dejá... dejame callarnos un ratito. Dejame disfrutar de tu perfume y acariciarte el pelo. No, shh, shh... no hablemos más. Cerremos los ojos. ¿Sabés cómo me encanta tu boca de frutillas? Es ese humectante labial que tenés, me mata... besarte es como comerse un caramelo. ¿Me dejás, sí? ¿Querés? Tranquila... no desesperes. Acordate que esto no es sexo. Son mimos. Eso... Dejame mimarte el cuello con mi boca... dejame explorar tus rincones con mi lengua. Bebé, estás temblando, relajate... disfrutalo... así bajo por tu cuello a tus clavículas diminutas, sembrándolas de besos diminutos. Así deslizo tus mangas y juego con el bretel de tu corpiño, moridisquéandolo, lamiéndolo... Dejame seguir bajando, conocer tu escote, reencontrarme con tus hermosos pezones sonrosados, donde me detengo, calma, a disfrutarte. Para regalarte el mimo más suave en tu ombligo. Acariciar tu cintura de terciopelo es un regalo que Afrodita le dejó al mundo. Desabrocharte el pantalón es una la escalera al cielo. Mis manos te deslizan la bombachita y me encuentro en una laguna espesa de deseo. Me sumerjo, me zambullo, y te acaricio, divina, mis labios con tus labios, mi lengua con tu clítoris. Con todo mi paciencia te mimo bien suave, desesperada por dentro, controlada por fuera, para sacarte afuera del cuerpo todas las penas de amor, para que tu laguna se desborde en mi cara, para hacerte feliz.
Así que, ya lo sabés bombona... cuando necesites un poquito de mimos, sólo tenés que llamarme.
Vení, vení. Acercate. Dame un abrazo. Eeeso, ahí va... ¿mejor? ¿Un poquito? Sí, un poquito... ¿sabés, linda? No tiene sentido que te pongas así... o sea, sí lo tiene. ¿A quién no le ha pasado? Hoy en día es difícil encontrar el amor. Pero todas nos merecemos un poquito de amor, incluso las solteras. Sí, sí, sé que es difícil encontrarlo... pero bombona, cuando estés así... shhh cuchame... cuando estés así, triste, solita... necesitada de una migaja de amor... me llamás, ¿sí? Si sabés que hago cualquier cosa por vos...
En serio tontita... no te me hagas la tímida. Puedo hacer esto, ¿ves? Vení, apoyate en mi hombro... eso, tranqui... dejame acariciarte la mejilla y la oreja. Tenés un perfume tan rico, dulce y fresco a la vez. Me vicia la suavidad de tu piel... ¿te gusta? ¿Sí? ¿Un poquito, divina? Viste, te dije... los chongos serán mejores para el sexo porque tienen poronga, pero nosotras somos mejores para los mimos, ¿no?...
Vení, dejá... dejame callarnos un ratito. Dejame disfrutar de tu perfume y acariciarte el pelo. No, shh, shh... no hablemos más. Cerremos los ojos. ¿Sabés cómo me encanta tu boca de frutillas? Es ese humectante labial que tenés, me mata... besarte es como comerse un caramelo. ¿Me dejás, sí? ¿Querés? Tranquila... no desesperes. Acordate que esto no es sexo. Son mimos. Eso... Dejame mimarte el cuello con mi boca... dejame explorar tus rincones con mi lengua. Bebé, estás temblando, relajate... disfrutalo... así bajo por tu cuello a tus clavículas diminutas, sembrándolas de besos diminutos. Así deslizo tus mangas y juego con el bretel de tu corpiño, moridisquéandolo, lamiéndolo... Dejame seguir bajando, conocer tu escote, reencontrarme con tus hermosos pezones sonrosados, donde me detengo, calma, a disfrutarte. Para regalarte el mimo más suave en tu ombligo. Acariciar tu cintura de terciopelo es un regalo que Afrodita le dejó al mundo. Desabrocharte el pantalón es una la escalera al cielo. Mis manos te deslizan la bombachita y me encuentro en una laguna espesa de deseo. Me sumerjo, me zambullo, y te acaricio, divina, mis labios con tus labios, mi lengua con tu clítoris. Con todo mi paciencia te mimo bien suave, desesperada por dentro, controlada por fuera, para sacarte afuera del cuerpo todas las penas de amor, para que tu laguna se desborde en mi cara, para hacerte feliz.
Así que, ya lo sabés bombona... cuando necesites un poquito de mimos, sólo tenés que llamarme.
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Lesbi mode,
Season 2
lunes, mayo 25, 2009
El abismo
Es difícil, muy difícil, lograr lo que lograste. Tenerme vibrando sin contacto, respirando con fuerza y los ojos a medio abrir. Tan cerca y tan lejos en la misma cama. La ropa se volvió una frontera inquebrantable entre mi deseo y tu voluntad. Mi piel, electrizada, lanzaba chispas de colores invisibles a tus ojos impenetrables. Me tenías regalada, entregada, absolutamente tuya para que tus brazos y su boca me poseyeran a voluntad. Pero cada segundo que pasaba te retificabas en tu distancia.
Sé que estabas tan excitado como yo. Podía sentir los gritos del aire a nuestro al rededor, alentándonos a dejarnos ir, entregarnos, proyectando mi propio deseo en el ambiente. Tu imponente dureza ponía a prueba tu fidelidad cada vez más cuestionada. A pesar de no sentirla, casi podía degustar tu erección incontrolable. Deseándola en mi interior, liberándome. Pero tus laberintos te mantenían a la distancia, y yo sufría por dentro y por fuera.
Así como estaba podrías haberme hecho acabar con tan sólo un beso en la clavícula. Estaba ante el abismo del orgasmo más hermoso. Creo que nunca había estado en una situación asi. Todos mis poros, mis milimetros dérmicos, cada terminación nerviosa de mi piel estaba directamente conectada a mi sexo. Presa de vos, te imploraba en silencio que por favor me tocaras, me liberaras de esta agonía previa inacabable. Creo que hasta susurré súplicas rebeldes a mi voluntad. Tus dedos apenas mimaban mi brazo, y yo me deshacía ante tus ojos. Pero yo sabía que no tenía esperanza. Algo había cambiado. Tus besos habían cambiado. Nunca es buena señal que los besos cambien.
Sin embargo, te incorporaste, y te acercaste a mí. Contuve la respiración y el tiempo se detuvo. No terminaba de adivinar si finalmente te habías abandonado a tus pulsiones eróticas, o si simplemente te habías apiadado de mi vibrante estado. Hoy creo que fue la segunda. Porque te acercaste, lento, paciente, y con una ternura inusitada empezaste a lamer mi cuello. Y el mundo colapsó. Exploté en un hongo atómico multicolor, gozosa, agradecida. Pero aún explorando mi escote te sentí controlado. Creo que fue un acto de piedad, cierto sentido de la responsabilidad te indicó que no correspondía no hacerte cargo de mi deseo, y cumpliste. Con lo mínimo indispensable, pero cumpliste.
Y de nuevo, la distancia. Con la entrepierna sumergida en un mar espeso de agradecimiento, te alejaste nuevamente. Comprendí que eso sería todo. Nos levantamos, nos miramos, y me dijiste que mejor era que te fueras. Acepté, triste, despedida. Y me abrazaste, confirmando mi certeza. Estabas más duro que una línea de cocaína haciendo efecto en un primerizo. Mientras disfrutaba del consuelo de sentirte, por un momento, a través de las ropas represoras, me pregunté cómo podías arrinconarte a vos mismo en tu propio laberinto. A lo largo de once años intenté ayudarte a buscar la salida. No me dejaste hasta ese día, no me ibas a dejar ahora.
Te acompañé hasta la puerta, y nos despedimos. Creo que por primera vez en la noche me miraste a los ojos por voluntad. Sonreiste, y me diste un beso divino, como los de antes. Y nos despedimos vaya a saberse hasta cuándo.
Lo que me molesta es haber tenido que tomar la decisión yo.
Sé que estabas tan excitado como yo. Podía sentir los gritos del aire a nuestro al rededor, alentándonos a dejarnos ir, entregarnos, proyectando mi propio deseo en el ambiente. Tu imponente dureza ponía a prueba tu fidelidad cada vez más cuestionada. A pesar de no sentirla, casi podía degustar tu erección incontrolable. Deseándola en mi interior, liberándome. Pero tus laberintos te mantenían a la distancia, y yo sufría por dentro y por fuera.
Así como estaba podrías haberme hecho acabar con tan sólo un beso en la clavícula. Estaba ante el abismo del orgasmo más hermoso. Creo que nunca había estado en una situación asi. Todos mis poros, mis milimetros dérmicos, cada terminación nerviosa de mi piel estaba directamente conectada a mi sexo. Presa de vos, te imploraba en silencio que por favor me tocaras, me liberaras de esta agonía previa inacabable. Creo que hasta susurré súplicas rebeldes a mi voluntad. Tus dedos apenas mimaban mi brazo, y yo me deshacía ante tus ojos. Pero yo sabía que no tenía esperanza. Algo había cambiado. Tus besos habían cambiado. Nunca es buena señal que los besos cambien.
Sin embargo, te incorporaste, y te acercaste a mí. Contuve la respiración y el tiempo se detuvo. No terminaba de adivinar si finalmente te habías abandonado a tus pulsiones eróticas, o si simplemente te habías apiadado de mi vibrante estado. Hoy creo que fue la segunda. Porque te acercaste, lento, paciente, y con una ternura inusitada empezaste a lamer mi cuello. Y el mundo colapsó. Exploté en un hongo atómico multicolor, gozosa, agradecida. Pero aún explorando mi escote te sentí controlado. Creo que fue un acto de piedad, cierto sentido de la responsabilidad te indicó que no correspondía no hacerte cargo de mi deseo, y cumpliste. Con lo mínimo indispensable, pero cumpliste.
Y de nuevo, la distancia. Con la entrepierna sumergida en un mar espeso de agradecimiento, te alejaste nuevamente. Comprendí que eso sería todo. Nos levantamos, nos miramos, y me dijiste que mejor era que te fueras. Acepté, triste, despedida. Y me abrazaste, confirmando mi certeza. Estabas más duro que una línea de cocaína haciendo efecto en un primerizo. Mientras disfrutaba del consuelo de sentirte, por un momento, a través de las ropas represoras, me pregunté cómo podías arrinconarte a vos mismo en tu propio laberinto. A lo largo de once años intenté ayudarte a buscar la salida. No me dejaste hasta ese día, no me ibas a dejar ahora.
Te acompañé hasta la puerta, y nos despedimos. Creo que por primera vez en la noche me miraste a los ojos por voluntad. Sonreiste, y me diste un beso divino, como los de antes. Y nos despedimos vaya a saberse hasta cuándo.
Lo que me molesta es haber tenido que tomar la decisión yo.
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miércoles, mayo 20, 2009
La dignidad de las putas
Dicen que el oficio de abrir las piernas es la profesión más antigua del mundo. Podríamos especular horas enteras acerca de los motivos de tan importante título (cuestiones biológicas, culturales, sociales), pero hoy prefiero hablar de otra cosa. ¿Es la prostitución un trabajo, o no?
Existen hoy en Buenos Aires dos asociaciones que algutinan trabajadoras sexuales: AMMAR (nucleada en la CTA) y AMMAR Capital. Como podrán adivinar por sus nombres, la segunda es una fracción de la primera. La separación se dio cuando el debate acerca de considerar la prostitución como un oficio marcó irrenunciables diferencias. Como lo expresan las muchachas de AMMAR Capital,
"luego de profundos debates internos referidos a la validez de la figura de «trabajadoras sexuales» y la conveniencia de sindicalizar la actividad (...) [llegamos] a la conclusión de que si bien nuestra lucha era y es para mejorar y transformar las condiciones de vida de las mujeres en situación de prostitución, nuestra prioridad debía ser nuestra condición de mujeres excluidas socialmente."
Por su parte, las chicas de AMMAR (a secas) siguen sosteniendo la importancia de la sindicalización de las putas, en pos de luchar por mejores y más seguras condiciones de trabajo, como cualquier otra rama de trabajadores lo hace.
Este debate me parece oportuno e importante.
Personalmente, creo que es una realidad ineludible que la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución hoy no lo hacen por elección, sino más bien porque no tienen otra opción. Estas chicas pertenecen a los sectores socioeconómicos más castigados de nuestra sociedad capitalista, donde el hambre y las necesidad básicas reinan como criterios casi únicos a la hora de tomar decisiones. Estas chicas no eligen ser putas, son otros los que eligen por ellas. Son quienes las condenan a nacer en hogares con necesidades básicas insastisfechas, sin acceso a agua potable, un sistema de salud efectivo y educación accesible. Los responsables de esto son muchos, somos todos: en tanto no se generen verdaderas políticas públicas de transformación socioeconómica que impida que haya niños y niñas muriéndose de hambre o enfermedades curables en el país, los responsables se encuentran en la "clase política"; en tanto nosotros, como pueblo, no ponemos el grito en el cielo y nos organizamos políticamente para dar la disputa, somos también responsables.
Yo entiendo, y sé y creo, que la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución se ven empujadas a ella por estos factores económicos, sociales y culturales. Pero, sin embargo, hay mujeres que, teniendo otra opción laboral, eligen la más antigua. Por placer, por dinero, por las razones que ellas tengan, lo cierto es que (esto nadie lo puede negar tampoco) hay mujeres que sí eligen ser prostitutas. ¿Son la mayoría? Claramente no. Pero que las hay, las hay.
Es por esto que no estoy de acuerdo con la postura de AMMAR Capital. Tal como dije al principio, la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. ¿Acaso estas mujeres creen que con la abolición de la prostitución por ley el ejercicio de la misma se va a terminar? Al contrario. El prohibicionismo se ha desmostrado a sí mismo como una herramienta incapaz de soluciones. Miremos el caso de la marihuana. ¿Acaso la penalización del consumo de la misma ha logrado algún avance en contra de los grandes narcotraficantes? Nada más lejos de la realidad: el prohibicionismo es el paraguas más fuerte con el que cuentan los grandes cárteles para seguir funcionando cómodamente.
Además... digo, ¿no? ¿Qué pasa con las chicas que sí eligen esa profesión como fuente de trabajo? ¿Quiénes somos nosotros o cualquiera como para impedirles ejercer el trabajo que desean? Este factor fuera de cuadro me violenta. La verdad, creo que quienes reclaman la abolición de la prostitución no sólo no las tienen en cuenta, sino que las desprecian. Detestan la idea de que una mujer pueda gozar con los beneficios de ser trabajadoras sexuales, como si el hecho de que un cliente le produzca un orgasmo a la prostituta es una ofensa contra la ontología misma del ser mujer. No les está permitido gozar con su cuerpo y su trabajo. ¡Eso es de putas!
Es innegable que, dada la antigüedad de la profesión, la demanda de sexo pago existe y segurirá existiendo siempre, sea aquella legal o no. Reclamar la prohición de su ejercicio sólo ayuda a los consumidores y perjudica a las trabajadoras, en tanto las corona como criminales, en lugar de mejorar sus condiciones laborales.
La solución al problema de las chicas que no eligen prostituirse, sino que se ven empujadas a hacerlo, no está en prohibir la prostitución. Está, como dije antes, en construir un modelo de país diferente donde nadie deba verse obligado a prostituirse si quiere comer. En tanto, considerar la prostitución como un trabajo es un primer paso para reclamar mejoras y derechos laborales. Como en cualquier otro gremio.
Existen hoy en Buenos Aires dos asociaciones que algutinan trabajadoras sexuales: AMMAR (nucleada en la CTA) y AMMAR Capital. Como podrán adivinar por sus nombres, la segunda es una fracción de la primera. La separación se dio cuando el debate acerca de considerar la prostitución como un oficio marcó irrenunciables diferencias. Como lo expresan las muchachas de AMMAR Capital,
"luego de profundos debates internos referidos a la validez de la figura de «trabajadoras sexuales» y la conveniencia de sindicalizar la actividad (...) [llegamos] a la conclusión de que si bien nuestra lucha era y es para mejorar y transformar las condiciones de vida de las mujeres en situación de prostitución, nuestra prioridad debía ser nuestra condición de mujeres excluidas socialmente."
Por su parte, las chicas de AMMAR (a secas) siguen sosteniendo la importancia de la sindicalización de las putas, en pos de luchar por mejores y más seguras condiciones de trabajo, como cualquier otra rama de trabajadores lo hace.
Este debate me parece oportuno e importante.
Personalmente, creo que es una realidad ineludible que la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución hoy no lo hacen por elección, sino más bien porque no tienen otra opción. Estas chicas pertenecen a los sectores socioeconómicos más castigados de nuestra sociedad capitalista, donde el hambre y las necesidad básicas reinan como criterios casi únicos a la hora de tomar decisiones. Estas chicas no eligen ser putas, son otros los que eligen por ellas. Son quienes las condenan a nacer en hogares con necesidades básicas insastisfechas, sin acceso a agua potable, un sistema de salud efectivo y educación accesible. Los responsables de esto son muchos, somos todos: en tanto no se generen verdaderas políticas públicas de transformación socioeconómica que impida que haya niños y niñas muriéndose de hambre o enfermedades curables en el país, los responsables se encuentran en la "clase política"; en tanto nosotros, como pueblo, no ponemos el grito en el cielo y nos organizamos políticamente para dar la disputa, somos también responsables.
Yo entiendo, y sé y creo, que la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución se ven empujadas a ella por estos factores económicos, sociales y culturales. Pero, sin embargo, hay mujeres que, teniendo otra opción laboral, eligen la más antigua. Por placer, por dinero, por las razones que ellas tengan, lo cierto es que (esto nadie lo puede negar tampoco) hay mujeres que sí eligen ser prostitutas. ¿Son la mayoría? Claramente no. Pero que las hay, las hay.
Es por esto que no estoy de acuerdo con la postura de AMMAR Capital. Tal como dije al principio, la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. ¿Acaso estas mujeres creen que con la abolición de la prostitución por ley el ejercicio de la misma se va a terminar? Al contrario. El prohibicionismo se ha desmostrado a sí mismo como una herramienta incapaz de soluciones. Miremos el caso de la marihuana. ¿Acaso la penalización del consumo de la misma ha logrado algún avance en contra de los grandes narcotraficantes? Nada más lejos de la realidad: el prohibicionismo es el paraguas más fuerte con el que cuentan los grandes cárteles para seguir funcionando cómodamente.
Además... digo, ¿no? ¿Qué pasa con las chicas que sí eligen esa profesión como fuente de trabajo? ¿Quiénes somos nosotros o cualquiera como para impedirles ejercer el trabajo que desean? Este factor fuera de cuadro me violenta. La verdad, creo que quienes reclaman la abolición de la prostitución no sólo no las tienen en cuenta, sino que las desprecian. Detestan la idea de que una mujer pueda gozar con los beneficios de ser trabajadoras sexuales, como si el hecho de que un cliente le produzca un orgasmo a la prostituta es una ofensa contra la ontología misma del ser mujer. No les está permitido gozar con su cuerpo y su trabajo. ¡Eso es de putas!
Es innegable que, dada la antigüedad de la profesión, la demanda de sexo pago existe y segurirá existiendo siempre, sea aquella legal o no. Reclamar la prohición de su ejercicio sólo ayuda a los consumidores y perjudica a las trabajadoras, en tanto las corona como criminales, en lugar de mejorar sus condiciones laborales.
La solución al problema de las chicas que no eligen prostituirse, sino que se ven empujadas a hacerlo, no está en prohibir la prostitución. Está, como dije antes, en construir un modelo de país diferente donde nadie deba verse obligado a prostituirse si quiere comer. En tanto, considerar la prostitución como un trabajo es un primer paso para reclamar mejoras y derechos laborales. Como en cualquier otro gremio.
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martes, mayo 19, 2009
Idea
Estoy harta de no conseguir laburo. Las entrevistas me estresan, las empresas de recursos humanos me violentan, e imprimir el CV sale cada día más caro. Además, siento que es una pérdida total de tiempo. Me cansé, me aburrí y me deprimí. Basta.
De modo que hace algunos días una idea empezó a dar vueltas por mi cabeza. 0% innovadora y original, pero idea al fin. Y, espero, rentable.
Dado que me dedico tanto a este vicio incontrolable y hermoso que es el sexo... ¿por qué no hacerlo por dinero? Si ya la paso bien abriendo mis piernas a desconocidos por amor al arte, ¿por qué no por amor al efectivo? Sin jefes. Sin horarios. Sin entrevistas. Y sin capacitación.
La primera cláusula de contrato conmigo misma es la siguiente: para todo chongo conocido hasta ahora, pasado y presente, los servicios se mantendrán gratuitos. Como agradecimiento y signo de dignidad, quienes ya hayan conocido mis rincones mantendrán sus beneficios.
También estuve pensando los precios. Claramente, una cosa es service completo, y otra una linda mamada. Hay niveles. ¿Por adelante, por atrás o por todos lados? Cambian los honorarios. ¿Y cómo contabilizar? ¿Por polvos o por tiempo?... Tendría que comprarme una agenda... u optimizar el Google Calendar.
Se me ocurrió también una especie de service VIP. El mismo permitiría tenerme a disposición durante una semana completa en el momento en el que el cliente lo solicite (salvo, claro está, que justo esté con otro/a). Este servicio, además de no tener limitaciones en cuanto a duración o polvos, cuenta con un extra: sé por experiencia que cuanto más me cojo a un hombre, más conozco sus gustos y preferencias, de modo que cuanto más nos descubramos, mejor la pasa. Certifico que los clientes recurrentes disfrutarán mucho más mis servicios que los esporádicos.
No sé, queridos. Más lo pienso, más me cierra.
¿Ustedes qué opinan?
De modo que hace algunos días una idea empezó a dar vueltas por mi cabeza. 0% innovadora y original, pero idea al fin. Y, espero, rentable.
Dado que me dedico tanto a este vicio incontrolable y hermoso que es el sexo... ¿por qué no hacerlo por dinero? Si ya la paso bien abriendo mis piernas a desconocidos por amor al arte, ¿por qué no por amor al efectivo? Sin jefes. Sin horarios. Sin entrevistas. Y sin capacitación.
La primera cláusula de contrato conmigo misma es la siguiente: para todo chongo conocido hasta ahora, pasado y presente, los servicios se mantendrán gratuitos. Como agradecimiento y signo de dignidad, quienes ya hayan conocido mis rincones mantendrán sus beneficios.
También estuve pensando los precios. Claramente, una cosa es service completo, y otra una linda mamada. Hay niveles. ¿Por adelante, por atrás o por todos lados? Cambian los honorarios. ¿Y cómo contabilizar? ¿Por polvos o por tiempo?... Tendría que comprarme una agenda... u optimizar el Google Calendar.
Se me ocurrió también una especie de service VIP. El mismo permitiría tenerme a disposición durante una semana completa en el momento en el que el cliente lo solicite (salvo, claro está, que justo esté con otro/a). Este servicio, además de no tener limitaciones en cuanto a duración o polvos, cuenta con un extra: sé por experiencia que cuanto más me cojo a un hombre, más conozco sus gustos y preferencias, de modo que cuanto más nos descubramos, mejor la pasa. Certifico que los clientes recurrentes disfrutarán mucho más mis servicios que los esporádicos.
No sé, queridos. Más lo pienso, más me cierra.
¿Ustedes qué opinan?
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lunes, mayo 11, 2009
Manual del chongo perfecto
A esta altura del campeonato nadie pone en duda que el sexo regular, seguro y de calidad es un derecho humano básico. Si usted, caballero, desea mantener una relación puramente erótica con alguna dama, le recomiendo lea y siga estas instrucciones: si las respeta, no dude en que ella apuntará su teléfono en la mágica libreta roja de los chongos, y recibirá llamadas periódicas hasta que se aburre o se enamore.
Vale aclarar que este sería un tipo ideal weberiano del chongo perfecto. De hecho creo que ninguno de los propios cumple con todas las cualidades, y no por eso dejamos de coger. Dicho esto, pasemos a enumerar:
PD: Contrariamente a la creencia establecida, no es indispensable coger bien (menos aún tenerla enorme). A veces un chongo suma tanto en su forma de ser y de hacernos ser que el sexo es lo menos importante. Suele pasar con amigos muy cercanos que también disfrutan de las sábanas de una. Ahí lo importante es el abrazo, dormir desnudos pegaditos, los besos cariñosos. La compañía y ternura de la confianza termina siendo, como el sexo, otro derecho básico no restringible a las chicas con novio. Las solteras también necesitamos mimos.
Vale aclarar que este sería un tipo ideal weberiano del chongo perfecto. De hecho creo que ninguno de los propios cumple con todas las cualidades, y no por eso dejamos de coger. Dicho esto, pasemos a enumerar:
- No te la creas. Defecto recurrente en chongos potenciales que impide cualquier tipo de frecuencia amatoria y tenidas en cuenta lo sábados a la noche. La soberbia de los papafritas que creen que cuando una mujer abre sus piernas entrega su corazón es desmotivante e improductiva. Man, aceptalo: sos un objeto sexual. Podés tener un montón de otras cualidades, pero un chongo es una persona al rededor de un pene. Los que se creen robacorazones suelen borrarse después del primer polvo porque creen que estamos enganchadas, cuando en realidad girls just wanna have fun. No sos Don Juan, cariño. Y menos con esa actitud.
- Ponele onda. Los chongos paja son una paja. Si los viernes te vas a dormir a las 22hs no me cierran los números. Copate, respondé los mensajes, acercate al barrio. No da que te dé paja coger. Si hasta te pago el telo, papi. ¿Qué más querés? ¡Ni siquiera te estoy cobrando!
- Usá la cabeza (de arriba) que para algo la tenés. Díganme exigente, pero si no puedo ni comentar el partido del domingo porque sos demasiado hippie para mirar fútbol estamos en problemas. No da terminar hablando de tu novia porque es lo único que tenemos en común.
- Disponibilidad horaria. Las agendas recargadas dejan poco tiempo para el sexo. Dado que la mía está apretada como conchita virgen, coparía que la tuya sea menos exigente. Así, si tengo un ratito libre, como vos estás al pedo toda la semana es más fácil pedir el service.
- Tené sentido del humor. Un polvo aburrido satisface, pero no en plenitud. Digamos que calma las aguas hormonales, pero no me enriquece como mujer. Hacerme reir es el ingrediente mágico para que te vuelva a llamar.
- No tengas novia. Ahorra problemas éticos y operativos. Nada de no mensajear por si se le arma bardo, tener que verse los martes a la noche y problemas de ese estilo. Be single, and stay that way! Gran tragedia femenina cuando un chongo regular se enamora de otra.
- EXTRA POINT: Tener auto. Ay, denserio me pasás a buscar?? Sos lo más de lo más de lo más.
PD: Contrariamente a la creencia establecida, no es indispensable coger bien (menos aún tenerla enorme). A veces un chongo suma tanto en su forma de ser y de hacernos ser que el sexo es lo menos importante. Suele pasar con amigos muy cercanos que también disfrutan de las sábanas de una. Ahí lo importante es el abrazo, dormir desnudos pegaditos, los besos cariñosos. La compañía y ternura de la confianza termina siendo, como el sexo, otro derecho básico no restringible a las chicas con novio. Las solteras también necesitamos mimos.
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viernes, mayo 08, 2009
Las cosas que voy a extrañar
- Sentirme más yo que nunca cuando me entendías
- Acariciarte la nuca mientras manejás
- Tus abrazos de oso pardo doméstico
- Las sorpresas entre las sábanas
- Tus ojos verdes
- Tu infinita paciencia e interés por todas las boludeces que hablo sin parar
- Tu olor a hombre
- Tu cuerpo moldeado a mi cuerpo
- Provocarte orgasmos a voluntad
- Tus mimos
- Tus dudas, tu confianza y tu emoción
- Tu amor
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Porteñita Secreta
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