Se conectó al chat de Facebook. Nunca se conecta al chat de Facebook. Quiere coger.
Qué hacés, cómo andás, che no te querés venir "a fumar"? No cené, compro empanadas y llevo. Acá quedó el vino que trajiste el otro día. Y traé unos chicles. ¿Cuáles? Beldent Infinit. De menta. No me bañé. Bañate acá. Yeah, right. Get moving.
Timbre, "Delivery" bromeé y bajó el (casi) cuarentón. Yo no tengo hambre. Podés bañarte mientras yo como. Dale.
Ducha, toallas, bombacha limpia. La otra se me había manchado - me indispuse camino a su casa. Un poco de mala suerte entre tanta expectativa. Elegí la tanguita negra. La tanguita negra siempre garpa. No sabía qué íbamos a hacer, pero sabía que tenía que garpar. Al menos mi bombacha.
Fumamos de mis flores, que cada día están mejor, y charlamos nimiedades importantes que olvidé completamente. Me enteré que iba a ser su primera vez también. Yo pensaba que, con todo el porno BDSM que dice haber visto, al menos una vez lo habría practicado. Pero no. Tan beginner como yo. Interesante.
Silencio. De pie y moviendo la mesa, "Tenés que elegir una palabra". Se retiró a la habitación. Quedé sola y nerviosa, incluso un poco asustada. ¿Cuál serviría mejor? En el sadomasquismo es clave tener una palabra de seguridad, para detener la acción cuando se va de control.
Volvió con algo parecido a una fusta de madera, finita, con una miniespátula al final. "Sakura" le dije. ¿Sakura? ¿Por qué? Es que es tan dulce y gentil, tan nada que ver con la violencia. Sakura, entonces.
Levantate.
Ponete en cuatro sobre el sillón.
Levantá el culo. Más. Más. Levantá el culo te digo, y un golpe seco. Duele.
Eso.
Bajate el pantalón hasta las rodillas.
Pude oírlo sonreir ante la tanguita negra.
Y golpeó. Y preguntó. Y volvió a golpear.
No disfruto los golpes. No me dan placer.
Pero tengo mucha tolerancia al dolor.
Y hay algo en la humillación que me viene bien.
Aguanto.
SNAP!
Grito.
¿Cuántos de esos pensás que podés aguantar?
Uno.
¿Uno?
SNAP!
Tienen que ser mínimo diez...
...uno en cada cachete.
Tenés un culo diseñado para ser azotado.
Gracias, amo.
Golpe.
Tenés que ganarte el decirme amo.
Diez golpes. Diez golpes dobles. Son veinte golpes.
Tenés que contarlos. En voz alta. Dos veces cada uno.
SNAP!
Grito.
...uno...
No te escuché.
SNAP!
UNO!
No tenés que gritar.
SNAP!
Uno...
Bien. SNAP!
Uno...
SNAP!
Dos...
SNAP!
Ay... dos...
Bien, muy bien.
SNAP!
Tres...
Hasta diez.
Podía sentir la sangre aglutinándoseme en el culo, moretoneándomelo.
Van a quedar marcas.
Sacate la ropa.
La tanga no.
Doblala bien.
Más rápido.
No me hagas esperar.
Sentate en el sillón.
Y se dispuso a decorarme las tetas con broches de ropa. De madera.
No duelen. Nada.
Sólo hipersensibilizan.
Incluso en la lengua.
Ahora date vuelta.
Y me empezó a hacer el orto.
No con la pija, con los dedos.
Paciente, sabiamente. Un tipo que sabe hacer el culo. Ningún amateur.
Me relaja, me tienta. Acaricia mis cachetes morados por sus golpes, supersensibilizados. Me excita. Recién ahora me excita.
El culo bien hecho es hermoso. Relajante y muy placentero.
Primero un dedo.
Después el otro.
Y fue el tercero.
Con él, mi orgasmo.
No cogimos.
No si a todo esto no se le llama coger.
lunes, mayo 30, 2011
Primeras órdenes
Escrito por
Porteñita Secreta
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Etiquetas:
BDSM
viernes, mayo 20, 2011
Fantasías animadas de ayer y de hoy
Hoy tuve una muy importante entrevista de trabajo, así que anoche me costó dormirme. Me desperté antes de que sonara la alarma del celular, impaciente. Bañada, vestida, maquillada y perfumada, me emprolijé el esmalte y salí a la calle.
Una hora y media después, a media mañana, salía de la entrevista muy satisfecha. Estaba más relajada y tenía hambre (no había desayunado), así que entré a un café, pedí un café con leche y un tostado y me senté a mirar por la ventana un rato.
Tenía el resto del día libre, así que me fui a mi casa y me acosté a descansar un rato. Tuve sueños vívidos y maravillosos, llenos de hombres y miradas, con colores y torsos desnudos, una locura. Me desperté a las cuatro horas, relajada.
Si hay algo que me gusta más que dormir, es quedarme en la cama despierta. Acostada, abrazo las almohadas, me cubro con las sábanas, cierro los ojos y empiezo a fantasear...
Por motivos que mantendré ocultos, hacía mucho que no tenía un momento de paz y soledad en el que pudiera tocarme en paz. Extrañaba la paja. Y esta semana recolecté un par de candidatos que me dieron abundante material...
El primero es un señor mayor de casi 40 años que se jacta de practicar BDSM como un fuerte macho dominante. La diferencia de edad y de experiencia me pone en un lugar interesante, novedoso y muy cachondo, sobre todo cuando me dice que me manietaría y me obligaría a tomar una línea de merca mientras me da unos chirlos. Me calienta la idea, pero estoy advertida: sería una relación puramente sexual. Nada que no haya conocido antes, pero resulta que no es lo que ando buscando. Lo cual me lleva a un paréntesis.
(Hace tres meses que estoy sin coger. Es el período más largo que he pasado célibe desde que perdí la virginidad hace 10 años. Y no porque no faltan oportunidades. Simplemente, creo que después de abrir tanto las piernas y haber conocido amantes tan maravillosos, llega un punto en el que el sexo se vuelve aburrido con los amantes mediocres. Así que dejé de coger, esperando a alguien que desee profundamente.)
De modo que tenemos un caballero, llamémoslo, jocosamente, Bart, que me ofrece introducirme en el apasionante mundo del sadomasoquismo de su dulce mano dominante. Tengo que admitir que la idea es tentadora. Además, el papel de dominada me seduce fuertemente. Siempre soy yo la que tengo el control. No estaría nada mal relegárselo a este interesante señor.
Pero me comí los mocos. La última vez que fui a visitarlo la tensión llegó al máximo entre dos copas de vino. Se recostó contra el sofá y clavándome los ojos ordenó con voz grave: "Levantate". Sonreí, tomé vino y me quedé sentada. El momento pasó y luego fue demasiado tarde.
Cerré los ojos y bajé la mano izquierda (soy zurda para autocomplacerme) mientras me imaginaba con los ojos vendados por satén negro, todo negro y yo desnuda, o casi, con sogas que me aprietan las tetas y una mano que me dice guarangadas mientras me aprieta la garganta. Una sola orden, la única que escuché, resonaba en mi cabeza: "Levantate". Acabé dos veces y sonreí. Esta se va a dar. Esta se tiene que dar.
Escrito por
Porteñita Secreta
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