Hoy tuve una muy importante entrevista de trabajo, así que anoche me costó dormirme. Me desperté antes de que sonara la alarma del celular, impaciente. Bañada, vestida, maquillada y perfumada, me emprolijé el esmalte y salí a la calle.
Una hora y media después, a media mañana, salía de la entrevista muy satisfecha. Estaba más relajada y tenía hambre (no había desayunado), así que entré a un café, pedí un café con leche y un tostado y me senté a mirar por la ventana un rato.
Tenía el resto del día libre, así que me fui a mi casa y me acosté a descansar un rato. Tuve sueños vívidos y maravillosos, llenos de hombres y miradas, con colores y torsos desnudos, una locura. Me desperté a las cuatro horas, relajada.
Si hay algo que me gusta más que dormir, es quedarme en la cama despierta. Acostada, abrazo las almohadas, me cubro con las sábanas, cierro los ojos y empiezo a fantasear...
Por motivos que mantendré ocultos, hacía mucho que no tenía un momento de paz y soledad en el que pudiera tocarme en paz. Extrañaba la paja. Y esta semana recolecté un par de candidatos que me dieron abundante material...
El primero es un señor mayor de casi 40 años que se jacta de practicar BDSM como un fuerte macho dominante. La diferencia de edad y de experiencia me pone en un lugar interesante, novedoso y muy cachondo, sobre todo cuando me dice que me manietaría y me obligaría a tomar una línea de merca mientras me da unos chirlos. Me calienta la idea, pero estoy advertida: sería una relación puramente sexual. Nada que no haya conocido antes, pero resulta que no es lo que ando buscando. Lo cual me lleva a un paréntesis.
(Hace tres meses que estoy sin coger. Es el período más largo que he pasado célibe desde que perdí la virginidad hace 10 años. Y no porque no faltan oportunidades. Simplemente, creo que después de abrir tanto las piernas y haber conocido amantes tan maravillosos, llega un punto en el que el sexo se vuelve aburrido con los amantes mediocres. Así que dejé de coger, esperando a alguien que desee profundamente.)
De modo que tenemos un caballero, llamémoslo, jocosamente, Bart, que me ofrece introducirme en el apasionante mundo del sadomasoquismo de su dulce mano dominante. Tengo que admitir que la idea es tentadora. Además, el papel de dominada me seduce fuertemente. Siempre soy yo la que tengo el control. No estaría nada mal relegárselo a este interesante señor.
Pero me comí los mocos. La última vez que fui a visitarlo la tensión llegó al máximo entre dos copas de vino. Se recostó contra el sofá y clavándome los ojos ordenó con voz grave: "Levantate". Sonreí, tomé vino y me quedé sentada. El momento pasó y luego fue demasiado tarde.
Cerré los ojos y bajé la mano izquierda (soy zurda para autocomplacerme) mientras me imaginaba con los ojos vendados por satén negro, todo negro y yo desnuda, o casi, con sogas que me aprietan las tetas y una mano que me dice guarangadas mientras me aprieta la garganta. Una sola orden, la única que escuché, resonaba en mi cabeza: "Levantate". Acabé dos veces y sonreí. Esta se va a dar. Esta se tiene que dar.
1 comentario:
Me excita pensar en esa tensión entre su orden pidiendo que te levantes y tu sonrisa como respuesta. El momento justo era ese, ahí entre los dos. Volviste a ese instante en la fantasía, es lo que te queda para satisfacerte por ahora, pero yo también creo que se va a dar otra situación así.
Siempre es un placer leer tu blog e imaginarte.
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