En pantuflas y joggin, con un sueter que me llevó seis días secar en esta húmeda ciudad, con un pucho prendido y las patas sobre una silla, me dispongo a actualizar el estado de este blog descuidado.
Me pregunto si debiera explicar paso a paso lo sucedido estas semanas. Si, quizás, por sostener la narrativa, sea necesario un esfuerzo de mi parte.
Gonzalo y León. León y Gonzalo. Resulta no ser posible la coexistencia de estos vínculos. O eso aparenta mi historia, torcida, rebelde y sin escribir.
Cojo menos, es verdad. También tengo menos deseo. Habrá sido la semana sangrante que pasó, que me erotiza como para cinco pajas por día, pero ningún polvo. Será que el puto amor insondable me quita las ganas de que me pegue un hombre al que, en realidad, no le pertenezco.
Ser sumisa es pertenecer.
Y yo no me resigno a pertenecerle a nadie.
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