La puta me tendió una trampa.
Sí, a mí, su entrenador. Y yo caí.
Una noche en la que estaba sin planes la llamé. Por motivos personales míos que no vienen al caso, hacía como diez días que no jugábamos. Yo me daba cuenta que ella se estaba poniendo ansiosa, cual yonqui que no recibe su dosis. Pero los tiempos los marco yo.
O eso suponía.
Decía, entonces, que la llamé para ver si quería hacer algo “de civil”, ponele, ie. no para jugar. Acababa de bajarme “Lost Highway” de David Lynch en HD y, cuando me dijo que no la había visto (extraño siendo que es tan cinéfila), la invité.
Como era una cuestión de civil, me hizo esperar la muy puta. “Tengo que ver si confirmo algo y te aviso”. Yeah, right. Voy a dejarte que creas que tenés poder, para que te sometas con más paz mental. Si necesitás eso, ¿porqué negártelo?
Al rato, por supuesto, avisó que venía.
Nos compró unas empanadas en la esquina, abrí un vino, y nos fumamos unas flores. Yo había movido la televisión de mi cuarto al comedor, frente al futón, porque es más cómodo que mirar desde la cama… y para que no quedaran dudas de que hoy no iba a pasar nada entre nosotros.
Pero olvidé dos cosas:
esta puta es muy viva;
y “Lost Highway” tiene varias escenas que te paran la pija. O que me paran la pija a mí, que en definitiva es lo único que me interesa.
Terminaron las más de dos horas de la peli, que vimos con mi laptop conectada al televisor.
Cierro el reproductor de video, y queda a la vista la carpeta en la que tengo mis “Videos”. Tiene tres subcarpetas: “Series”, “Películas”… y “Porno”.
“Ah, porno”, dijo la puta con voz de inocente.
“Sí, porno”, dije non-chalantly.
Y caí en la trampa.
“¿Querés que te muestre algo del porno que veo, mis gustos?”, le pregunté, sabiendo la respuesta.
Comencé a picarle algunas cosas. Primero porno más convencional (aunque todo con sexo anal, obviamente; eso es lo “convencional” para mí); después, algunas cositas más fetiche, hasta que llegamos a un video de BDSM.
Habremos estado unos 20 minutos así: yo sentado en mi futón y ella tirada en otro sofá, perpendicular a mí, a mí izquierda. Salvo algún comentario que hacía yo, reinaba el silencio. Bueno, silencio no: los gemidos que salían de la pantalla eran perfectamente audibles.
Me di cuenta con un poco de sorpresa que se me estaba poniendo carnosa. I was getting a friendly one, diría mi viejo pal yanqui, Jake.
Comencé a frotarme la pija por encima del pantalón. Alternativamente miraba a la puta y a la pantalla. La puta, que evidentemente sabía lo que estaba pasando pero que no es nada boluda, se hacía la boluda.
Claro: armó la situación y dejó que se desarrollara de la única forma posible, porque eventualmente comencé a soltarme el cinturón y bajarme los pantalones.
Ahí sí, miró. Amagó a hacerse la sorprendida. “¿Eh?”.
“Va a pasar lo obvio”, le dije. “Ahora me vas a chupar la pija, como tenés ganas de hacer”.
Es que desde que le chupó la pija a ese amante que no es Gonzalo y me concedió públicamente que el pibe se había vuelto loco, sé que se muere de ganas de chupármela a mí y mostrarme lo que aprendió.
Y le di la oportunidad de hacerlo.
Al principio quiso subirse encima de mí, frotarse, algo así.
“No”.
“De rodillas, frente a mí”.
Como una buena puta sumisa.
Entendió rápido, siempre entiende rápido. Salvo cuando no quiere entender.
Entendió que entrábamos a la esfera del juego, aún sin cadena. Las reglas del mundo externo dejaron de correr.
Comenzó a tragarse mi pija. Nice. Ni-ce. Bastante hasta el fondo, y bastante relajadamente.
Estuvo un rato largo, eh. Tragando, esforzándose, a veces atragantándose, parando, babeándome las bolas. No me molesta para nada. Aprender a controlar el reflejo de vómito es la clave para poder chupar la pija como se debe (o sea, como yo quiero).
Estuvo un rato largo, hasta que se atragantó demasiado, justo en un momento en el que yo podría haber comenzado a encaminarme hacia el orgasmo. Pero no hay problema. Acabar no es para mí la razón fundamental de coger. Muchas, muchas veces cojo sin eyacular, lo que no quiere decir (a) que no disfrute) o (b) que no tenga orgasmos o mini-orgasmos.
Pero algo que sí me sucede cuando estoy mucho al palo sin acabar es que me dan muchas ganas de mear. Muchas. Y cuando meo, es un meo largo y muy, muy placentero. Es casi orgásmico, posta.
Sonreí para mis adentros.
“¿Así que querés tenderme trampas?”. Well, you gonna get whatcha wanted and then some mo’, b-otch.
“Seguime al baño”, le ordené.
Comenzó a caminar detrás de mí.
“De rodillas, puta”, le dije. “Seguime en cuatro patas”. Y tomé nota mental de que debo castigarla por obligarme a decirle algo tan básico como eso.
Me siguió en cuatro patas hasta mi baño.
Me paré frente al inodoro, con la pija semiturgente.
“Sostenémela mientras meo”.
La tomó desde atrás. Le ordené que se posicionara de costado. Quería que viera lo que estaba haciendo. Quería que estuviera cerca de lo que estaba haciendo.
“Tené cuidado de a dónde apuntás, si me hacés mojar afuera voy a tener que castigarte”.
Lentamente, hizo lo que le comandé. Yo no la miraba, pero podía sentir la mezcla de emociones en ella, la fascinación, la humillación. O quizá lo imagino. Diría que no.
Luego de lo que fue una de las meadas más largas y placenteras de mi vida (una meada intensa, entrecortada por su misma intensidad), la hice que me secara el glande, y tiré la cadena.
Con voz tímida preguntó: “¿Me puedo lavar las manos, Entrenador León?”.
Ese fue el momento dorado, el momento perfecto, en el que me permití pensar: “Entendió”.
Con voz magnánima le dije “Por supuesto”. Aunque también podría haberle dicho “No”. Y no creo que la puta hubiera dicho “Sakura”.
Pero cuando los sumisos se portan como deben, merecen ser recompensados. Aunque le tiendan trampas a sus entrenadores.
2 comentarios:
La verdad... de onda eh, UNA PELOTUDEZ ATOMICA. Pero bue, gustos son gustos.
Lo que no me va mucho es la gente que mezcla palabras de otro idioma, básicas. No te pido que me tires "Tal como se presentaba la noche me sentia un overachiever"; pero algo copado "pal".
Nunca en alemán, ponele.
En fin, esto me la baja al punto de que me siento xxy.
Saludos!
Gracias por tu sinceridad, Bmlp. Siempre es bienvenida, sobre todo de fieles lectores como vos, aunque lo que tengan para decir no sean halagos.
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