martes, junio 07, 2011

Invitado especial

Mis amantes me disfrutan de muchas maneras, pero los hay privilegiados. No todos saben de este blog, ni que escribo nuestras aventuras de sábanas. Pero algunos, más afortunados, lo conocen y lo siguen, y se excitan leyéndome, no sólo cogiéndome.


My Lord (¿me permitirá decirle así? ¿me castigará por el atrevimiento?) is pleased with my writting. Y me ha honrado escribiendo para este blog, como entrada especial. No es la primera vez que un amante escribe para El Túnel de mis Piernas, pero, técnicamente, Bart no es mi amante.


Imagino que les interesa saber qué opina él de llenarme el culo de moretones. Les dejo entonces con sus palabras. Disfrútenlas.


Hola. Soy el (casi) cuarentón que ha sido desgraciadamente bautizado con el seudónimo de “Bart” por la veinteañera autora de este blog. A pesar de lo ignominioso del epíteto, acepto utilizarlo para este (y quizás subsiguientes) textos a ser publicados aquí. Y es que esta seudo victoria de la puta (más sobre ese nombre en los párrafos siguientes) le costará. Y cuando digo “le costará”, sé que un cosquilleo le recorré la concha. Así que todos ganamos.

Qué extraño el juego en el que todos ganan, y nadie compite. El BDSM es un juego así: ganancia pura.

La sumisa, una vez entregado el poder simbólico inicial a su dominante, descansa de toda decisión. En efecto, se ve objetificada; pierde su nombre. El apelativo con el que se la va a llamar cobra entonces suma importancia. Debe ser una palabra que pueda entonarse de formas diferentes, con diferentes significados, pero que contenga la idea subyacente del sometimiento.

En el primer encuentro le dije que debíamos ponerle ese nombre, y que ella debía sugerirme algunos hasta encontrar el que me pareciera mejor.

En el segundo encuentro la puta todavía no había pensado un apelativo, y frente a la amenaza del castigo fingió conmoverse, pero no ofreció ninguna propuesta.

Es así que en este acto la nombro puta. ¿Por qué “puta”, una palabra tan común, tan usada? Algunas razones tengo, no todo es capricho.

Primero, “puta” puede ser dicho de muchas formas: amorosamente, con violencia, con furia, con desprecio, con orgullo… un gran rango para una sola palabra.
Segundo, debo admitir que soy un hombre de gustos más bien básicos, y “puta” is as basic as you can get.
Tercero, y lo más importante: la puta en cuestión, la puta que escribe este blog, se arrepiente de su pasado de puta. Le da vergüenza. Siente que perdió cosas por ser puta. Y yo creo que es mi deber, honestamente, que aprenda que también ganó cosas por ser puta. Y que puede ganar más si acepta que es puta por naturaleza en vez de huir de eso.



Porque la sumisión no es sólo a otro: también tiene que ver con la sumisión a lo que uno es; con aceptarse; con amarse lo suficiente como para perdonarse.


En el BDSM nos encontramos con la aceptación de los impulsos que muchos sentimos, y que en la vida diaria nuestro cuerpo ético no nos permitiría ni siquiera considerar. Pero en el juego de la dominación y la sumisión podemos permitirnos ludizar/sexualizar esos impulsos y convertirlos de algo que nos haga mal en algo que nos enriquezca. Ejercer poder, castigar, causar dolor e incomodidad, por un lado y disfrutar de la humillación, del sometimiento, del dolor y la incomodidad, por el otro, se convierten en cuestiones posibles, no en algo a ser rechazado.

Por eso será “puta” esta puta.

Condiciones de buena sumisa no le faltan, eso es real. Tiene la necesidad de complacer que es imprescindible. Es sólo a través de aceptar esa necesidad que tiene de complacer que va a encontrar la liberación.

Que son esas lágrimas que la puta menciona en su post “Que duela”. No son lágrimas de dolor, ni de humillación, ni de vergüenza. Son la única respuesta que tiene el cuerpo para una sensación nueva y diferente que es el espacio al que el sumiso se transporta mientras dura el juego.

Porque es un juego todo, claro. Comienza cuando lo quiere la sumisa, y puede terminar en el instante en el que lo quiera la sumisa. Ese es el gran, liberador, secreto: el poder simbólico lo tengo yo, con mis palabras y mis varillas de madera y mis látigos y rebenques; pero el poder real lo tiene ella, que con una palabra me detiene.

Una palabra, “sakura”, que tuve la satisfacción de oírla decir dos veces en nuestro último encuentro. Es una satisfacción porque quiere decir que estamos tocando un límite y que, al mismo tiempo, ella es lo suficiente consciente como para parar cuando quiere parar.

No es ninguna idiota, esta puta que me agencié. Para nada. Aunque se equivoque con respecto a la cantidad de culos que he hecho en mi vida, siendo un cuarentón casi.

Sí, es pilla. También es una smart-ass, y va a aprender a no serlo conmigo. Me parece que ambos disfrutaremos de ese proceso de aprendizaje.

Ah, y de veras que tiene un hermoso ano.

7 comentarios:

Porteñita Secreta dijo...

Parece que sí soy sumisa al final...

javier dijo...

Lindo texto me gusto. No tengo experiencias bdsm mas que algunas nalgueadas a las mujeres que he tenido como pareja.Me gusto el buen desarrollo de la utilisación de una palabra(put.),muy bueno..saludos y segui escribiendo.

Porteñita Secreta dijo...

Se dice "puta", Javier. Sin miedo.

Gabriela dijo...

Hola, me interesó mucho tu relato. Yo también ando transitando ese camino, despacito.. con miedo y no sé si realmente llegue a algo concreto.

Y el "puta" a mí me desarma, no sé a vos. Ah si, soy mujer. (¿Te escriben mujeres?)

"Bart" dijo...

¿Qué quiere decir "me desarma", Gabriela?

Porteñita Secreta dijo...

Quiere decir que le calienta. Ella también es puta.

Gabriela dijo...

Exactamente. Pueden encontrarme en mazmorra como missg. Saludos a ambos