lunes, junio 06, 2011

Que duela

El segundo encuentro había quedado entre paréntesis. Parece que Bart anda extrañando un amor, pero la señorita no está del todo segura. Así que el martes pasado recibí la confirmación. El jueves a las 23hs volvíamos a jugar.


Quería hacer las cosas bien, muy bien, mejor incluso de lo que esperaba de mí. Me depilé hasta el apellido materno (dejando un triangulito negro como evidencia). Me empilché un conjunto Playboy de tanga y corset rosa y negro, a estrenar. Incluso me pinté las uñas de color rosa catinga, para que hagan juego. Medias negras, botas rosas y toqué el timbre.


El vínculo es indescriptible. Mezcla rara de amigos con senpai y marihuana. Me esperaba con un vino esta vez. La marihuana la aporto yo. Y el culo también. Él aporta las órdenes y la pija.


Aprendí mucho el jueves pasado.


Primero me puso una cadena de bici, de esas forradas con un tubo de plástico, al rededor del cuello. Es un símbolo. Mientras la tenga puesta, dejo de ser mi nombre. Los sumisos usan collares de cuero, pero yo no soy sumisa aún. No me lo merezco.


En corset rosa, medias tres cuartos y tanga, comenzó la sesión.


Primero me tiene que castigar.
Hice algo mal.
¿Qué hice mal?...
Quería hacer todo bien...
El jueves pasado, después de que me fui
encontró un tampón en el baño.


SNAP!


Y ahora, además de contar los golpes
tenés que decir gracias.


Me lo merezco.
Cada golpe.
Cometí un terrible error.
Así que los diez golpes dobles,
fuertes,
los agradecí.




Duele menos. Duele igual. Duele tanto como puede doler.
Me equivoqué con el tampón. Me lo merezco.
Que duela.


Date vuelta.
Te voy a enseñar unas posiciones.
Tenés que aprender a pasar de una a otra de forma rápida y que me complazca.
Sin hacer ruido.


La primera posición es de descanso.
De pie, pies juntos, brazos atrás, manos tomándose los codos.
Mirada al frente.
Me cuesta mirar al frente.
Golpe.
Miro al frente.
No me mires a los ojos.
Golpe.
Miro al frente, a la nada, al horizonte infinito de la pared de enfrente.
Tengo frío.


En la siguiente posición me ofrecés tu boca.
De rodillas, piernas separadas.
Manos detrás de la nuca.
Y la boca abierta.
Más abierta.
Más.
Golpe.
Eso.
Y las piernas separadas
son para que pueda hacer esto.


Y me acarició la concha sobre la tanga.
El cuerpo entero me tembló.


La tercera posición es de espaldas.
Cara contra el piso, culo levantado.
Las manos abriéndote el culo.


Recuerdo la postura que la depiladora indica para hacerte la tira de cola.
Me río.
¿De qué te reís?
Golpe.


La tercera posición es la más humillante.
La cara se aplasta contra el piso.
El culo se expone abiertamente.
El collar pesa y ahoga.


Repasamos las tres posiciones. Y sus transiciones.
Me sale mal. O poco sexy, o muy lento, o hago ruido con las rodillas al caer.
Me clavo en la segunda posición.
Quiere chequear algo.
A ver si puedo tragarme la pija entera.
La pija! Finalmente.
Me sentí honrada siquiera de poder verla.
La sumisión hace milagros...


Pero eso no es una pija.
Es una anaconda attacheada a la entrepierna de mi domador.
Es demasiado gorda.
Con razón re obsesiona el sexo anal, lindo...
Poco culos habrás hecho. Incluso siendo casi un cuarentón.


Pero todo esto son pensamientos tímidos que susurran en mi cerebro.
Si tengo la cadena puesta, soy un ser mínimo. Me pierdo entre el miedo y la timidez, refugiándome en las órdenes y el dolor, única realidad. Me ausento de mí misma. O me hundo en mi propia piel.


Hay algo de mí que no conozco y que aparece cuando Bart me domina.
Tantos otros me han pegado golpes mucho más duros que los suyos, sin levantarme una mano. Golpes al orgullo o al corazón, al sentido común, a las esperanzas.
Quizá sea sentir la violencia de un hombre lo que me atrae. Su explicitud. Su inequívoca intención.


Me quiso coger. Lo intentó.
Estuvo laburándome el orto mucho tiempo, en tercera posición.
Se tentó, admitió después.
Su idea no era cogerme hoy.
Pero tengo un hermoso ano, según sus propias palabras.
Me halaga.
Pero no me coge.


No porque no quiera.


Porque no entra.


Es too much gorda.


Y mirá que relajo y relajo...


...y que él aflojó y laburó...


...pero no entra.




Terminé la sesión en lágrimas.
Nunca lloro. No sé por qué lloraba.
Lloraba para poder hacer algo,
para sacar algo.
Lloraba y me liberaba.






Estas sesiones están haciendo más por mí que varios años de análisis.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de llorar para poder hacer algo me descolocó. Qué hermosas sesiones, porteñita. Me estás volviendo loco.
Me estoy enviciando con tu blog, espero que me des estas dosis con regularidad.

Anónimo dijo...

"Estas sesiones están haciendo más por mí que varios años de análisis."

La magia del BDSM...

MF dijo...

como me calentas putita